Año 0, Num.01 Ética de la Comunicación

Revista electrónica de divulgación en materia de Comunicación

Centro de Investigación para la Comunicación Aplicada (CICA)
Facultad de Comunicación
Universidad Anáhuac México Norte

29.7.08

Ética y medios en los tiempos de la globalización

Blanca Chong López

En la sociedad globalizada, una de sus manifestaciones es la concentración de los medios de producción, fenómeno
que se presenta también en los medios de comunicación. En pocos años se ha modificado considerablemente el panorama de los medios con la creación de grandes multimedios, ya sea mediante la fusión de varios de ellos, o a partir de la absorción de medios pequeños por otros mayores. Esa concentración ha llevado a que sea el pragmatismo, el interés económico, el que prevalezca en los criterios de selección de los contenidos que se ofrecen con el resultado de una gran homogeneidad y trivialización en los mensajes, en los cuales cada vez resulta más difícil escuchar voces discrepantes. Hoy, en la mayoría de los medios, se busca el mayor beneficio al menor costo.

Frente a la gran responsabilidad que tienen los medios de comunicación que no sólo informan, sino que además entretienen y
educan, en muchos casos su oferta de contenidos no corresponde a lo que la sociedad requiere para una calidad de vida mediática, es decir, brindar información de interés público con veracidad e imparcialidad, ofrecer programas culturales, educativos y de entretenimiento regidos por normas éticas y capaces de despertar el interés de la sociedad en su conjunto.

¿Qué ocurre en la realidad de los medios? En el ámbito de la información, para Kapuscinski (2007) la principal consecuencia de la revolución electrónica ha sido el descubrimiento de que la información es una mercancía que puede generar grandes ganancias. Antes su valor se asociaba a la búsqueda de la verdad, hoy se mide por el interés que puede provocar. A partir de ello, los medios reflejan el mundo de manera superficial y fragmentada.

La televisión y el cine tienen en común la transmisión de historias de vida que con frecuencia contienen imágenes maniqueas del bien y del mal. En su afán de captar mayores audiencias, estos medios se centran en imágenes impactantes sobre aspectos catastróficos de la vida diaria.

Debido a la gran incidencia que tienen los medios de comunicación en la vida social, existe un interés creciente por el desarrollo de una ética de los medios de comunicación. En los años recientes la sociedad ha tomado una conciencia más clara acerca de los riesgos que representa una oferta de medios de comunicación que no observe criterios de respeto a sus p
úblicos, con todo lo que ello implica, aunque también existen quienes son partidarios de eliminar cualquier reserva en aras de la libertad de expresión. Sin embargo, si se considera que los medios electrónicos tienen un valor social de servicio público, adoptar medidas que vayan más allá del interés económico supone actuar con responsabilidad frente a la sociedad.

Entendemos la ética como una “forma coherente y permanente que tenemos los individuos y los grupos sociales de ser y de actuar en la convivencia con los demás, en relación con lo que es correcto
y bueno para todos, sobre la base de valores compartidos y asumidos” (Romo, 1998, p. 1). La ética, al igual que el resto de la cultura, es una dimensión cambiante (Bilbeny, 1997), por lo que una ética para el momento que vivimos debe contemplar las modificaciones en las formas de vida y de interacción entre los individuos, muchas de ellas surgidas a partir de los desarrollos tecnológicos.

En los medios públicos y privados de nuestro país subsisten actualmente muchos interrogantes sobre el sentido ético de sus contenidos programáticos, y un argumento de quienes los dirigen es que no existe una mejor programación debido a que la sociedad no lo pide. Villanueva (2000a) señala varias puntualizaciones en relación con los distintos argumentos que se han vertido en el caso de los medios mexicanos. Retomamos algunas de ellas:

1. Los medios no son buenos o malos per se. Lo positivo o negativo reside en los contenidos programáticos que ofrecen.
2. El poder público no
debe regular exhaustivamente los contenidos programáticos en virtud de que la legislación vigente delimita los alcances constitucionales de las libertades de expresión e información, como son el respeto a la vida privada, la paz y el orden público. Una programación con contenidos de calidad no debe lograrse mediante una ley, por el riesgo de incurrir en prácticas de censura que limiten la libertad.
3. No es exacto que la medición de audiencias proporcione resultados objetivos para conocer cuáles programas son aceptados y cuáles no. Es necesario diferenciar entre los programas más vistos o escuchados
y los programas más aceptados, lo cual no puede saberse a través del índice de audiencia.

Con frecuencia se ven los contenidos éticos como enemigos de la rentabilidad económica de los medios, cuando ser éticos y rentables es perfectamente factible. “Más aún, los contenidos éticos no sólo generan rentabilidad económica, sino también rentabilidad social, ese val
or a veces inasible que da sentido a la idea de humanidad.” (Villanueva, 2000a, p. 12.)

La autorregulación en los medios


A pesar de la existencia de normas que regulan el funcionamiento de los medios, las faltas a la ética por parte de los mismos ha llevado en muchos casos a la pérdida de credibilidad, por lo que cada vez se opta más por la autorregulación informativa, entendida como “el sistema de reglas de conducta adoptado por los medios con relación al Estado, la sociedad y la propia comunidad periodística, el cual se encuentra dotado de un órgano de ejecución o creación de normas sustantivas y procedimentales, y tiene como objetivos preservar las libertades informativas con responsabilidad social” (Villanueva, 2000b, p. 220). Se trata de los códigos de ética que han formulado las empresas de medios con el propósito de orientar su actividad, pero que en muchos casos quedan sólo en la intención, al contraponerse con el interés económico.

La existencia de los códigos de ética, co
mo forma de autorregulación, ha sido también motivo de debate. Esteinou (2000) y Villanueva (2000a) coinciden en que se trata de mecanismos útiles que pueden ayudar a garantizar el funcionamiento de los medios de comunicación, pero no deben operar como elementos únicos para normar y conducir socialmente los medios. Al mismo tiempo, debe existir una reglamentación que busque el interés colectivo. Las reglas éticas no sustituyen las normas jurídicas, pero pueden complementarlas y enriquecerlas.

La autorregulación con bases éticas se
finca en la aceptación voluntaria de determinados valores y normas. Sánchez (1999) la considera ineficaz, pues por lo general sólo es posible sancionar indirectamente a través de la reputación pública y la presión social. A pesar de ello, la eficacia de este mecanismo de regulación radica en su carácter voluntario. Otro aspecto en favor de la autorregulación tiene que ver con su aplicación en áreas que se ubican fuera del alcance de los mecanismos de regulación.

Frente al panorama descrito, son los públicos de los medios los que a partir de su educación mediática pueden contribuir a lograr cambios en los contenidos, a reivindicar la pluralidad en los mensajes que se ofrecen. Es posible mantener la esperanza de que las empresas se preocupen por la ética en su funcionamiento, pero son los consumidores quienes de
ben impulsar el cambio.

La ética en Internet

Tanto por la relevancia social que ha adquirido como medio de comunicación como por sus características técnicas, en el tema de la ética es necesario referirnos de manera particular a Internet.

En las últimas décadas la información se ha constituido en el eje de los procesos productivos y nadie duda hoy de la importancia de Internet en la vida cotidiana. La red de redes es considera
da “la columna vertebral de la sociedad de la información”, pues en ella encontramos una gran cantidad de contenidos y posibilidades de interacción comunicativa de toda índole, una variedad interminable de enfoques y visiones del mundo.

La expansión de Internet en el mundo ha sido intensa en los años recientes: la cifra de equipos conectados a la red se incrementó de un millón en 1992 a cerca de 400 millones para fines de 2005; la cantidad de sitios web creció de 228 en octubre de 1993 a 80 millones aproximadamente en 2005; los usuarios, que en 1993 sumaban tres millones, doce años más tarde alcanzaban casi mil millones en todo el mundo (Trejo, 2006).

Junto al extraordinario crecimiento de la red han aparecido preocupaciones sobre los contenidos que se ofrecen en este medio y los usos de la información disponible. Se trata de cuestiones que, entre otras, tienen que ver con la incitación a la discriminación racial, cultural o social, la difusión de pornografía o mensajes con alto contenido de violencia, la propiedad intelectual y la seguridad nacional, todos ellos aspectos relacionados con la ética. Mención especial merecen los contenidos informativos en Internet que tienen que ver directamente con la ética periodística.

En los mensajes que ofrece Internet es posible diferenciar entre los éticamente cuestionables pero legales, y los éticamente inaceptables e ilegales (Sánchez, 1999). Sin embargo, se puede hablar de tres formas principales: los éticamente problemáticos, que tienen como objetivo contradecir normas y valores de otros; los propagandísticos, que buscan la difus
ión agresiva e intolerante de ideologías radicales; y los violentos, que desprecian la dignidad y la vida humana.

Entre los contenidos éticamente cuestionables se encuentran los que tienen que ver con la seguridad de los datos. Internet permite copiar y obtener información de todo tipo de usuarios. La digitalización facilita el acceso no autorizado y la manipulación de datos, por lo que existe un conflicto entre la necesidad de disponer de tecnologías de codificación y su uso, que puede darse para encubrir actividades cuestionables o delictivas.

Internet, al igual que otros medios de comunicación, es un espacio público
[1] en el que se encuentran miembros de distintas comunidades, todos con intereses particulares, que descubren un uso específico en este medio. En la red confluyen individuos de todas las culturas, por lo que es la expresión de un mundo global para el cual requerimos de una ética universal, la cual no puede ser resultado de una imposición cultural ni de una mezcla de principios morales tomados de distintas culturas (Lozano, 2004).

Internet nos lleva a replantearnos las bases sobre las que hemos establecido nuestros sistemas de valores y creencias, a aceptar la pluralidad como riqueza y no como amenaza. Por ello, para conjugar las éticas de sociedades tan diferentes, es indispensable la responsabilidad social de todos.

Al hablar de una ética en Internet debemos tener en cuenta que su fundamentación presenta un problema. En la vida cotidiana atribuimos las acciones y sus consecuencias a las personas que se responsabilizan por ellas, mientras que en la red esto no siempre es posible: a mayor complejidad en una organización o sistema, menos definidas son las responsabilidades.

Una ética para la comunicación en Internet debe materializarse en códigos éticos para individuos y medios que sirvan como referencia para los usuarios de la red. En el caso de la comunicación entre personas a través de este medio, las normas básicas de interacción se manifiesta
n con mucha claridad: el respeto a los demás, la participación equitativa en la comunicación y la reciprocidad son la base de la interacción. Sin embargo, está presente el problema del anonimato y el carácter pasajero de los contactos, que favorecen actos cuestionables. Uno de los retos que plantea Internet es que deben surgir nuevas formas de aplicar normas y códigos éticos.

¿Legislar sobre Internet?

Uno de los aspectos que se discuten sobre Internet es lo que tiene que ver con su regulación. Buena parte de sus usuarios considera que la red debe ser un espacio de libertad absoluta, mientras que otros piensan que debe estar sujeta a estricto control legal. Para Villanueva (2000b, p. 217): “La solución no debe ser ni la primera ni la segunda. Tan grave
es reivindicar un estado de excepción jurídica como someter Internet a un régimen de censura que mutile la libertad.”

La posibilidad de que circulen contenidos nocivos por Internet es razón suficiente para que se adopten normas que permitan un equilibrio entre libertad y responsabilidad. Esa normatividad, al igual que en los medios tradicionales, puede adoptar dos formas: regulación y autorregulación.

En lo que se refiere a la regulación, precisamente uno de los temas abordados y no resueltos en la Cumbre Mundial de la Información
[2] es el de las formas de gobierno que deberá tener Internet. Por un lado, se manifestó la postura de gobiernos como el estadounidense que propone un manejo rígido y sujeto a supervisiones estatales; por otro, la demanda de los usuarios de mantener las libertades que hasta hoy existen en ese espacio. La Cumbre reconoció que el uso de Internet “comprende tanto aspectos técnicos como asuntos de política pública y debería involucrar a todos los participantes, así como a las organizaciones intergubernamentales e internacionales relevantes” (Trejo, 2006, p. 24).

En Internet es difícil hacer válidas las normas jurídicas, por sus características técnicas. En este medio se tienen múltiples posibilidades de transmisión de datos, y por el modo en que pueden reexpedirse los mensajes, el control sólo puede ejercerse en los puntos de entrada y salida de la red. Entonces, los sistemas de autorregulación podrían ser la mejor alternativa, y para Villanueva (2000b) la fórmula ideal es crear sistemas mixtos que se beneficien recíprocamente.

Debemos tener presente, sin embargo que, como señalan Monroe y Stefaan (Luna, 2000, p. 5): “el problema inicial de cualquier acercamiento que se haga a la autorregulación, viene con la definición. No existe ninguna definición completamente satisfactoria para la autorregulación y tampoco la debe haber. La autorregulación evoluciona cuando la naturaleza del Internet cambia. Diferentes perfiles de la autorregulación emergen para ajustarse a algunos de los aspectos de Internet que se pueden regular”.

Luna (2000) propone para un sistema de autorregulación en Internet un modelo basado en valores, en la responsabilidad social, que permita la flexibilidad que exige el medio y que se complemente con las legislaciones locales. En este modelo las sanciones serán proporcionadas por los gobiernos, las organizaciones independientes que monitorean los contenidos, y los usuarios que bloquean las páginas.

Frente a las dificultades que implican tanto la regulación como la autorregulación en Internet, debemos tener presente que los usuarios de la red cumplen, en su vida diaria, códigos de ética que tienen su fundamento en el respeto a los otros, y esa ética puede observarse en cualquier espacio en donde se den las relaciones interpersonales. Los mismos usuarios pueden también hacer uso de filtros y restricciones técnicas que les permitan tener control sobre los contenidos que ofrece Internet.

Como hemos visto, el tema de la ética en los medios no es algo sencillo de resolver. No obstante, debemos tener presente que en la actual sociedad el derecho a la información, a participar activamente en la toma de decisiones que tienen que ver con lo público, transita necesariamente por los medios de comunicación, que juegan el papel de intermediarios entre el Estado, la sociedad y los ciudadanos en los distintos aspectos de la vida social. Los medios no deben permanecer al margen de los esfuerzos por construir una sociedad que busque una mejor calidad de vida para todos.

Los usuarios de los medios, por nuestra parte, no debemos olvidar que la responsabilidad ética no corresponde sólo a los emisores: es necesaria la educación para los medios que nos permita valorar los contenidos que se nos ofrecen; no basta con exigir responsabilidad a los medios, debemos también ser corresponsables.

Referencias

Bilbeny, N. (1997). La revolución en la ética. España: Anagrama.
Esteinou, J. (2000). Dinámica de mercado, globalización y medios de comunicación en México. Recuperado de
http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n19/19_jesteinou.html.
Kapuscinski, R. (2001, 12 de marzo). El mundo a través de los medios. Recuperado el 30 de diciembre de 2007 de www.etcetera.com.mx.
Lozano, J. (2004). Globalización ética y medios de comunicación. En J. Conill y V. Gozálvez (coords.). Ética de los medios: una apuesta por la ciudadanía audiovisual. España: Gedisa.
Luna, I. (2000). La ética en Internet. Recuperado de
http://chasqui.comunica.org/chas-ed-72.htm.
Romo, C. (1998). Sobre ética y violencia en la información. Diálogos de la Comunicación (53)1.
Sánchez, A. (1999). Una ética para Internet. Recuperado de
http://www.etcetera.com.mx/1999/357/as357.html
Trejo, R. (2006). Viviendo en el Aleph. La sociedad de la información y sus laberintos. México: ilce-Gedisa.
Villanueva, E. (2000a). Ética de la radio y la televisión: reglas para una calidad de vida mediática. México: Unesco-Universidad Iberoamericana.
Villanueva, E. (2000b). ¿Regular o autorregular Internet? En O. Islas y F. Gutiérrez, Internet: el medio inteligente. México: Itesm-Cecsa.

[1] Se entiende por espacio público todo lugar donde se da el debate de temas de interés público y donde tiene lugar la toma de decisiones. Es un espacio que tiene la característica de dotarse de códigos éticos y normas que regulan la convivencia ordenada y participativa (Luna, 2000).
[2] Realizada en Ginebra en 2003. Una segunda fase de la Cumbre se realizó en Túnez a finales de 2005, sin cambios sustanciales en relación con las resoluciones adoptadas en Ginebra.

Créditos de Imágenes
1:
GettyImages, Jeffrey Hamilton.
2:
GettyImages, Kyu Oh
3: GettyImages, ULTRA. F.



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