Año 0, Num.01 Ética de la Comunicación

Revista electrónica de divulgación en materia de Comunicación

Centro de Investigación para la Comunicación Aplicada (CICA)
Facultad de Comunicación
Universidad Anáhuac México Norte

29.7.08

El porqué y para qué, hoy, de la recepción crítica de los medios de comunicación

Jerónimo Repoll

Es posible el paso de la conciencia mágica e ingenua –que se piensa fuera, superpuestas a la realidad– a la conciencia “crítica”: que se descubre habitada por el mundo y en lucha por desnaturalizar los procesos históricos.
(Martín-Barbero, 2003, p. 41)

Introducción

En México es urgente pensar a los medios de comunicación masiva en relación con la naturaleza y persistencia de la estratificación social, tal como sugirieron Murdock y Golding (1986, p. 22-57). La urgencia no sólo se explica por las abismales diferencias entre un sector de la población minoritario y extremadamente rico frente a una inmensa mayoría pobre,
[1] sino también, y fundamentalmente, por las características de la sociedad actual. Vivimos en una sociedad en donde la información se ha tornado un elemento central para la organización y estructuración de los procesos sociales y para la generación de riqueza (Castells, 1999); una sociedad massmediatizada en la cual una de las principales características de los individuos es ser parte de diversas audiencias, a veces de manera simultánea, de múltiples medios de comunicación.

No podemos separar lo que sucede en nuestra vida cotidiana de lo que sucede en los medios. La mayoría de nuestras interacciones intersubjetivas están mediadas por diversas interacciones mediáticas y viceversa. Y no sólo como un insumo para el diálogo, como en una primera lectura se podría suponer, sino también en la forma en que percibimos nuestro entorno, a l
os demás y a nosotros mismos. Los medios de comunicación se han tornado un elemento cardinal de nuestra cultura en tanto que, además de ser un medio de información y entretenimiento, nutren nuestro sentido común, nuestra cultura.

Esta centralidad de los medios de comunicación nos remite a una problemática específica: la cotidianidad de los medios masivos de comunicación. La naturalidad con la que nos relacionamos y convivimos con los medios y las tecnologías de la información y el conocimiento, dificulta el distanciamiento necesario para generar una actitud crítica no sólo del consumo mediático y la relación que entablamos con los medios, sino también, evidentemente, respecto de los contenidos mediáticos y las implicaciones socioculturales, políticas y económicas que tienen los medios en la sociedad contemporánea.

La brecha digital entre los “infotecnorricos” y los “infotecnopobres” limitan no sólo el acceso, sino la capacidad de producir en un medio como Internet. Aún más amplia es la brecha entre los que tienen la capacidad de producir contenidos para los medios de comunicación tradicionales (prensa, cine, radio, televisión) y los que consumen los productos de dichos medios.

¿Recepción crítica?

La interrogación en el título de este apartado cuestiona no sólo qué significa ser un receptor crítico de los medios masivos de comunicación, sino también la concepción que de la audiencia designa el lugar de la recepción. Desde la persp
ectiva de los efectos, la respuesta es sencilla: la audiencia es pasiva y a-crítica en su proceso de recepción y, por tanto, lo que interesa ver es qué impacto tienen los mensajes sobre las masas indefensas. Esta perspectiva tuvo una gran impronta en la concepción latinoamericana de la comunicación en los años sesenta y setenta, cuyo exponente paradigmático es el trabajo de Dorfman y Mattelart (1972) Para leer al pato Donald, cuya concepción visualizaba a los medios, siguiendo a Althusser (1974), como aparatos ideológicos del Estado y a los cuales había que denunciar en su papel de agentes de reproducción de las relaciones sociales de dominación.

Desde la perspectiva de usos y gratificaciones, la audiencia se demuestra activa en pro de la satisfacción de diversas necesidades, lo cual redundará en distintos usos de los medios masivos de comunicación. Ahora bien, mientras que la pregunta es por qué y para qué enciendo el televisor o el radio, la pregunta acerca de cómo se produce el sentido brilla por su ausencia.

Será Hall, desde la perspectiva de los Estudios culturales, quien se interrogue respecto de la posición que adopta la audiencia frente al mensaje. En Encoding-Decoding (1987, p. 128-138) arriesga, como hipótesis, que las audiencias pueden realizar tres posibles lecturas de un
mismo mensaje: preferente, negociada u oposicional. Lecturas, por otro lado, que según Hall estarían condicionadas por la clase social a la que pertenece la audiencia. Es con esta perspectiva que hallamos un lugar para la recepción crítica, aunque limitada a la aprobación o desaprobación del mensaje. Es decir, la crítica se ejerce sobre el texto, sobre lo que dice o pretende decir el texto. En tal sentido, en el ámbito específico de la educación para la recepción crítica de los medios de comunicación, el programa de trabajo con las audiencias asume la tarea de deconstruir el discurso mediático. Para ello, no sólo se propone informar a las audiencias acerca de los elementos que dotan de especificidad un lenguaje (escrito, visual, audiovisual, etc.) y que por tanto establecen los límites y las posibilidades discursivas de cada medio, sino que incorpora al ámbito mediático las herramientas analíticas de la lingüística y la semiótica. En esta línea, un elemento importante para la recepción crítica es el análisis de los cierres directivos (Morley, 1996) presentes en los distintos discursos mediáticos. Su relevancia, a nuestro entender, reside en que estos cierres directivos orientan a la audiencia sobre aquello que están consumiendo. Así, un asesinato no se considera de la misma manera si se presenta en un informativo o en una telenovela. El género, por lo demás, es uno de los más claros cierres directivos.

Ahora bien, antes de pasar al estudio de las audiencias, para poder considerar si una lectura es preferente, negociada u oposicional, resulta imprescindible realizar un análisis del discurso mediático para identificar su posicionamiento ideológico. Posicionamiento que, generalmente, se
había indagado en el ámbito de la información y que gana terreno en el ámbito de la ficción a partir de la década de los ochenta. Como referencias, en el ámbito informativo podemos señalar el conocido trabajo de Eliseo Verón, Construir el acontecimiento (1995); mientras que en el ámbito de la ficción el clásico estudio de Ien Ang, Watching Dallas (1985).

Del texto al contexto

El desplazamiento del texto al contexto, operado en los estudios de audiencia, debería repercutir en la concepción de la recepción crítica de medios. Sin embargo, esto no ha sido explotado lo suficiente.

Este desplazamiento, por otro lado, debe ser comprendido en varias dimensiones. La primera remite a la economía política crítica de los medios masivos de comunicación. Este enfoque nos permite co
mprender las vinculaciones, a nivel macro, entre medios, política, economía y sociedad. Este contexto amplio nos permite ubicar a los medios más allá de lo estrictamente comunicacional. Sin embargo, dicho contexto no sería suficiente si dejáramos de considerar una segunda dimensión, la cual podría agruparse en lo que se denomina Sociología de la producción de los mensajes, rótulo bajo el cual se comprende desde las rutinas profesionales a los potenciales receptores del producto mediático, pasando por las características organizacionales, empresariales, políticas, económicas, sociales e ideológicas como condicionantes de la producción de los mensajes. En síntesis, la sociología de la producción de los mensajes complejiza el enfoque de la economía política crítica al incorporar la dimensión micro de los procesos a través de los cuales se construyen los mensajes. Ambos procesos, micro y macro, son dimensiones imprescindibles para toda recepción crítica de los contenidos mediáticos.

Una tercera dimensión, ya en el ámbito de la recepción, es el desplazamiento de los medios a las mediaciones señalado por Martín-Barbero a finales de los ochenta. Este desplazamiento nos lleva a pensar en las mediaciones que constituyen los procesos de producción social de senti
do. Si la cultura es la mediación con mayúsculas, pensar la comunicación desde la cultura se convierte en el programa de trabajo de Martín-Barbero y en paradigma de la perspectiva latinoamericana de la comunicación.

Para la recepción crítica, este enfoque se vuelve capital al vincularlo con la perspectiva del brasileño Paulo Freire, en tanto que coloca como piedra de toque la reflexión sobre el propio lugar del receptor. En tal sentido, la recepción crítica no se centra en el texto sino en el sujeto que, al interpelar los textos, se pregunta por sí mismo, por el lugar que ocupa en relación con los demás. Esta acción de interrogación posibilita la concienc
ia sobre sí mismo, sobre su mundo, y la posibilidad de modificarlo y modificarse.

Si bien podemos considerar que las audiencias no revisten una minoría de edad, el sistema de medios de comunicación masiva en México reviste tal grado de concentración que es imprescindible abogar por una diversificación de la oferta que no se limite a la capacidad adquisitiva de la población. Como bien señala Enrique Sánchez, “la concentración y el centralismo han sido características centrales del sistema de medios en México” (2005, p. 404).

Insistir en la relevancia que tiene la concentración de la televisión privada de carácter abierto es imprescindible. Según cifras del INEGI, en 2006 el 93.2% de los hogares contaba con televisión, aunque sólo un 20.8% tenía televisión de paga, misma que si no garantiza un consumo diferenciado, sí amplia notablemente la diversidad de la oferta televisiva. Por otro lado, no es un dato menor señalar que Televisa es el propietario de las dos empresas de televisión de paga más significativas de México, Cablevisión y Sky. En contrapartida, si consideramos a Internet como un espacio donde encontramos una invaluable diversidad de contenidos y en el cual no sólo recibimos, sino también tenemos la posibilidad de producir, su desarrollo en México contrasta con el de la televisión. Según el inegi, en 2006 el 20.5% de los hogares de México contaba con computadora mientras que el 10.1% tenía conexión a Internet. No obstante este panorama, el reporte de la Amipci (2007) señala que la tasa anual de crecimiento de la base instalada de computadoras personales con acceso a Internet es de 22.7 por ciento.

Desnaturalizar



Desnaturalizar los medios masivos de comunicación y las distintas tecnologías de la información y la comunicación, la interacción que sostenemos con ellos y los contenidos que consumimos, es la primera tarea en pos de una interacción crítica con los medios y tecnologías de la comunicación.

Por ello, señalamos cinco niveles fundamentales sobre los que habría que ejercer la operación de desnaturalización:

1. El sentido común y la “naturalidad” de los procesos históricos.
2. La centralidad de la tecnología y los medios masivos de comunicación en las sociedades contemporáneas.
3. La tecnología y los medios como parte del entorno cotidiano dentro y fuera de nuestros hogares.
4. La interacción que establecemos con tecnologías y medios.
5. La construcción de los contenidos mediáticos.

Conclusiones

El momento de la recepción se convierte en un espacio de lucha por el sentido. Un sentido que, como vimos previamente, no se restringe al cuestionamiento de los contenidos mediáticos. Al contrario, este cuestionamiento puede convertirse en un detonante para que los sujetos-audiencia desnaturalicen los procesos históricos que los medios presentan como parte del “sentido común”. Lo que en palabras de Foucault supondría “hacer visible el inconsciente cultural” (1999, p. 34).

La desnaturalización de los procesos históricos, devenidos en sentido común, en cultura, debe operarse desde el sujeto, desde su condición de hombre o mujer; indígena, criollo o mestizo; heterosexual u homosexual; niño, joven, adulto o viejo; estudiante, obrero o campesino; etc. Desde ahí, desde el propio lugar, es donde la recepción puede convertirse en crítica y donde la crítica se convierte en asunción de la palabra, en práctica de liberación.

De esta manera, el punto de partida de la recepción crítica ya no debe ser el preguntarnos sobre qué uso y qué gratificación estamos buscando en los medios de comunicación, ni qué tipo de lectura realizamos de un determinado programa. El punto de partida debe ser la operación de desnaturalización.

La desnaturalización, por otro lado, no es un proceso que pueda imponerse. De lo que se trata, si pensamos en un proceso de educación para la recepción, como señala Guillermo Orozco, es “poner las condiciones para facilitar el análisis y la reflexión de los sujetos audiencia” (2001, p. 107). Para ello, dos actores se demuestran estratégicos: la familia y la escuela. Es en estos ámbitos, en el período clave de la socialización primaria, donde se puede acompañar a los niños audiencia en la formación de una actitud crítica no sólo frente a los medios sino también frente a las circunstancias del mundo en que se desenvuelven. Esto conlleva, por consiguiente, una transformación de ambas estructuras primarias, familia y escuela, que pasa, en un primer momento, por abandonar la comodidad que otorga la reproducción silenciosa y abrirse al cuestionamiento de la realidad a través de la desnaturalización de los procesos históricos. En este sentido, lo que está en juego es el tipo de socialización que estamos imaginando para nuestros niños. Si la socialización persigue la mera incorporación de normas, del deber ser, poco podremos hacer en pos de la formación de la perspectiva crítica de los niños. No se trata de aceptar las cosas tal como son, sino que la aceptación o el rechazo venga tras un proceso de análisis y reflexión por parte de los sujetos.

Una segunda línea de acción remite al papel que le corresponde al Estado en cuanto a su responsabilidad de garantizar la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos mexicanos. En tal sentido, en una sociedad definida por la centralidad de los medios masivos de comunicación, el Estado debería desempeñar un papel fundamental en su función de regulador del sistema de medios. Sin embargo, el Estado ha dejado que sea el mercado el que regule el sistema de medios y, por tanto, la diversidad programática.

Si no podemos pedirle a las empresas privadas, cuyo legítimo interés es lucrar con su actividad, en este caso con la producción mediática, sea informativa o de entretenimiento, que diversifiquen su oferta programática en favor de las audiencias, sí podemos exigir que el Estado asuma su responsabilidad sobre una materia tan sensible como la comunicación en el contexto de la sociedad contemporánea. De continuar esta desproporción (concentración mediática, nula diversificación en la oferta, acceso minoritario a diversas ofertas mediáticas) la ciudadanía, las audiencias, pese a ser críticas con los contenidos mediáticos, estarán a expensas de la decisión de unos pocos. Sostener una TV abierta de carácter privado y duopólico implica asumir, y quizá compartir, la idea de que México es uno solo, sin diversidad lingüística ni cultural. Abogamos, entonces, por un sistema de medios descentralizado y cuya oferta, pública y privada, esté regulada y garantizada por el Estado mexicano. Ni el sistema mexicano de medios es “naturalmente” así, ni México es “naturalmente” uniforme, como lo presentan los medios.

Referencias

Althusser, L. (1974). Ideología y aparatos ideológicos de Estado. Buenos Aires: Nueva Visión.
Ang, I. (1985). Watching Dallas: Soap opera and the melodramatic imagination. London and New York: Methuen.
Asociación Mexicana de Internet (Amipci) (2007). Reporte sobre Internet en México. Resumen ejecutivo 2007. Recuperado el 10 de enero de 2008de www.amipci.org.mx.
Banco Mundial (2007). La pobreza en México, una evaluación de las condiciones, las tendencias y la estrategia del gobierno. Recuperado el 17 de julio de 2007 de
http://go.worldbank.org/8KNXR97AA0.
Castells, M. (1999). La era de la información. Madrid: Alianza.
Dorfman, A. & Mattelart, A. (1972). Para leer al pato Donald: Comunicación de masa y colonialismo. México: Siglo XXI.
Foucault, M. (1999). Estrategias de poder. Barcelona: Paidós.
Hall, S. (1987). Encoding/decoding. En S. Hall, D. Hobson & A. Lowe (comps.). Culture, Media, Languaje: Workings papers in cultural studies, 1972/1979. London: Hutchinson.
Martín-Barbero, J. (2003). La educación desde la comunicación. Bogotá: Norma.
Morley, D. (1996). Televisión, audiencias y estudios culturales. Buenos Aires: Amorrortu.
Murdock, G. & Golding, P. (1986). Capitalismo, comunicaciones y relaciones de clases. En J. Curran, M. Gurevitch & J. Woollacot (comps.). Sociedad y comunicación de masas. México: Fondo de Cultura Económica.
Orozco, G. (2001). Televisión, audiencias y educación. Bogotá: Norma.
Sánchez, E. (2005). Los medios de comunicación masiva en México 1968-2000. En I. Bizberg & L. Meyer (coords.). Una historia contemporánea de México. México: Actores, Océano.
Verón, E. (1995). Construir el acontecimiento. Barcelona: Gedisa.

[1] Según un estudio del Banco Mundial (2007), en el 2002 la mitad de la población vivía en pobreza y una quinta parte en pobreza extrema.

Créditos de Imágenes
1: GettyImages, Steven Ericco.
2: GettyImages, Image Source.
3: GettyImages, Huntstock.

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