Año 0, Num.01 Ética de la Comunicación

Revista electrónica de divulgación en materia de Comunicación

Centro de Investigación para la Comunicación Aplicada (CICA)
Facultad de Comunicación
Universidad Anáhuac México Norte

29.7.08

Editorial: Comunicación, autocontrol y legislación


María Antonieta Rebeil Corella
Directora
Centro de Investigación para la Comunicación Aplicada (CICA)
Facultad de Comunicación
Universidad Anáhuac

La legislación, el autocontrol, los códigos de ética y la apertura a la creatividad e innovación de contenidos de la comunicación social, son elementos indispensables en una sociedad que se autodefine como democrática y que busca que los contenidos mediáticos que difunde redunden en mensajes que reflejen el esplendor de la verdad y cuyas tramas engrandezcan la cultura nacional. El Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2007-2012, sugiere que el bien común tiene como base el desarrollo humano sustentable, mismo que parte del principio de que éste “es producto del esfuerzo solidario de los integrantes de la sociedad y del apoyo del Estado, siempre que el objeto de la acción pública sea propiciar el perfeccionamiento de las capacidades humanas, así como su realización libre y responsable” (PND, 2007-2012). Este documento base agrega las ideas acerca de la deseabilidad de la participación y la organización de los ciudadanos en las instituciones de la vida pública nacional. A todo esto, el Centro de Investigación para la Comunicación Aplicada (CICA) desea agregar la noción de la responsabilidad, participación y acción de las audiencias, mismas que integran la parte más importante del proceso de comunicación.

La Unión Europea ha dado pasos importantes en el rubro de la ética mediática. Académicos y estrategas europeos han entrado en una discusión profunda y debaten entre ellos las facetas de la construcción de la ética para los medios de comunicación. Para hacer efectivas las propuestas de calidad de contenidos, de la información completa y objetiva, señalan que éste es un esfuerzo conjunto de los sectores que integran a la sociedad: público, privado y social. Los conceptos centrales en esta discusión son la creación de instituciones correguladoras del Estado, la creación de una legislación adecuada y efectiva, la existencia de códigos de ética y la autorregulación real, el autocontrol y la participación y acción de la sociedad civil organizada.

En México los asuntos de la comunicación pública se vuelven complejos e interesantes, ya que la diversidad cultural en el país requiere ser reconocida, valorada y difundida, sobre todo entre las nuevas generaciones, con el fin de lograr una mayor consolidación nacional y una base firme para la globalización.

En cuanto a la ética mediática, en México aún se está distante respecto de una mayor claridad de las implicaciones de las propuestas que circulan con mayor amplitud en el contexto europeo y en otras partes del mundo. Sin embargo, están surgiendo importantes núcleos de pensamiento y de acción que retoman una o algunas de las propuestas señaladas y las promueven en distintos foros nacionales. No obstante, los esfuerzos aún son incipientes y trabajan de manera aislada. Resulta imprescindible que en México se reflexione a profundidad sobre los qué y los cómo de estrategias de corresponsabilidad de la comunicación social en la que gobierno, emisores privados y públicos, audiencias (personas participantes interactoras1) y organismos internacionales de la información, puedan encaminarse hacia formas más democráticas de control y de mayor calidad en las tramas y en los componentes culturales de los contenidos mediáticos e hipermediáticos.

Referencias

Presidencia de la República (2007). Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012. Recuperado el 10 de enero de 2008, de
http://pnd.calderon.presidencia.gob.mx/index.php?page=desarrollo-humano.

1 Término que acuña el CICA y que subraya la noción de integralidad de la persona humana y sus procesos de selectividad y proactividad de las denominadas audiencias de los medios de comunicación masiva

Violencia mediática: una reflexión desde la ética general

Carlos Lepe Pineda

Introducción


El presente es un texto de ética. Para se
r más precisos, se trata de un documento sobre la ética general y una aplicación concreta al caso de la violencia mediática. Para iniciar esta reflexión, considero que la pregunta fundamental es: “¿Cuáles son los elementos constitutivos de la ética?” (Etxeberria, 2002a).

Con el fin de desarrollar esta pregunta, llamo la atención, en un primer momento, sobre el referente fundante de la ética: la persona humana. Parto del hecho de que la ética no puede explicarse sin la persona y, dicho en una palabra, pierde su sentido y su contenido esencial al desvincularse de ella.

En un segundo momento, propongo que los elementos fundamentales de la ética, disciplina filosófica bimilenaria, son los valores, las normas y los principios. La aclaración de cada uno de estos elementos, sus relaciones (“coordinación”) y su jerarquización, serán objeto de nuestras consideraciones.

Finalmente, ofrezco algunas reflexiones generales sobre la aplicación de este esquema filosófico a la ética profesional (a modo de una “ética general de las profesiones”[1]) y concretamos aún más con el caso de la violencia en los medios de comunicación masiva.

Ética y persona

Me parece que la filosofía no ha olvidado
a la persona en cuanto sujeto de la ética. Si somos sinceros, quizás en buena parte la crisis que se vive hoy día en la filosofía a nivel mundial nace de este “excesivo” insistir en la persona y en el sujeto como el punto decisivo de la filosofía. Acaso de este exceso nace el relativismo y el subjetivismo moral que han marcado la historia del siglo XX: desde la insistencia en el ser del hombre como libertad (Sartre), hasta la disolución de la ética en la mentalidad posmoderna individualista.

Sin embargo pienso que, si bien se ha hecho un gran énfasis en la persona como sujeto, se ha omitido (acaso “olvidado”) a la persona como fin. En efecto, la persona humana filosofa no para hacer filosofía
, sino para resolver problemas vitales, problemas en los que “se le va la vida”. Con el quehacer filosófico lo que se busca es poner las bases de una vida más plena, de una vida más humana, más solidaria y lograda para todos y para cada uno. En una palabra: el fin de la actividad filosófica es la persona humana.

Así pasa con la ética. Cuando olvidamos el fundamento, el punto de partida y el genuino fin de la ética, entonces perdemos el referente sólido y pareciera que toda reflexión es válida. El punto de partida y el fin de la ética es la persona humana. Hacemos ética para iluminar las condiciones de vida que permiten la realización de la persona; hacemos ética para indicar a la persona los grandes elementos que le pueden orientar sobre cómo vivir su vida, sin denigrar su estatura humana, sin poner en riesgo su propia felicidad (Etxeberria, 2002b).

La ética tiene un fundamento antropológico fundamental. De hecho, hay quien piensa hoy día que hacer ética no es sino detenerse en un capítulo especial de la antropología.
[2] Si me apuran un poco, estoy dispuesto a sostener tal afirmación. Lo que es cierto es que una ética sin antropología es vacía. También hay que decir, recordando una afortunada frase kantiana, que la antropología sin ética es ciega.

La antropología filosófica afirma la dignidad y la centralidad de la persona humana. La ética tutela esta dignidad y esta centralidad. Dignidad que quiere decir “valor”, y en la antropología se asume que el valor de la persona humana es infinito, mayor inclu
so al universo entero. Centralidad, por su parte, implica la subordinación de todo proyecto al servicio del hombre; dicho de otro modo, centralidad que implica que no puede sacrificarse a la persona en favor de un sistema: el valor de la persona está por encima de los sistemas, las estructuras, las organizaciones, y más bien estos últimos se encuentran (deben encontrarse) al servicio de aquélla.

En conclusión, de esta primera parte quiero dejar firmemente establecido que la ética no es una disciplina autónoma; al contrario, es fundamentalmente antropológica y sólo tiene sentido si se mantiene fiel a su punto de partida y a su fin específico: la dignidad y centralidad de la persona humana.

Valores, normas y principios

Pero avancemos un poco más en nuestra reflexión. ¿Qué es la ética?, podemos preguntarnos. Todavía más, ¿cuáles son sus elementos componentes fundamentales? La primera pregunta la hemos respondido ya someramente: es una disciplina al servicio de la plenitud humana.

En cuanto a la segunda pregunta, con
viene recordar algunos elementos fundamentales que encontramos frecuentemente señalados en la reflexión ética, a saber: los valores, los principios y, más extrañamente, las normas.[3]

Respecto de los primeros, los valores, parece claro que constituyen el primer horizonte de la ética. En efecto, los valores son grandes indicadores de bien que nos señalan, de un modo abstracto, el ideal al que debemos aspirar en la vida moral: la humildad, la sinceridad, la persevera
ncia y el profesionalismo iluminan la vida personal y colectiva, y la enriquecen con miras a una genuina plenitud.

Ahora bien, una ética puramente basada en valores es aún una ética incapaz de decidir, en casos concretos, cuál es la mejor línea de acción. Pareciera que es necesario algún otro elemento decisional que permita una opción ética acerta
da en una situación concreta.

Es en este punto de la reflexión en el que la filosofía moderna ha echado mano de los principios éticos: el de justicia, el de autonomía, el de no maleficencia y el de beneficencia parecen erigirse como norma s
uprema del actuar. La decisión ética parecería jugarse en la relación armónica entre estos principios. Mientras se puedan sostener todos ellos, entonces la decisión ética sería íntegra. En ocasiones habría que sacrificar unos para privilegiar otros. En el fondo, en este modelo la ética aún tiene mucho de incierto.

Frente a esta línea principialista, me parece que es necesario volver a destacar la importancia de las normas éticas como elemento fundamental de esta disciplina filosófica. Volvamos a los valores. En efecto, los valores carecen de contenido pues, como ya mencionamos, son indicadores de bien que orientan a la persona de manera abstracta. Sin embargo, nuestras acciones concretas están totalmente orientadas en un sentido específico y tienen un contenido bien definido. La pregunta es, ¿cómo dar contenido a los valores? El contenido de los valores, hay que decirlo con decisión, está expresado en las normas morales. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que sin las normas, los valores quedarían reducidos a realidades puramente aspiracionales, despreciables porque no se corresponden con la realidad empírica de la vida. Igualmente, si las normas no estuviesen referidas a los valores, parecerían puramente realidades empíricas generalizadas y no expresiones universales de un bien de orden superior.[4]

En efecto, las normas quieren expresar el bien de un modo concreto. Sin embargo, para hacerlo existen dos vías: la positiva y la negativa. La vía positiva de expresión del bien implicaría enlistar todo el bien posible de realizarse: tare
a titánica y materialmente imposible. La vía negativa de expresión del bien es mucho más aceptable: consiste simplemente en establecer los mínimos éticos de la conducta, esto es, el límite inferior de la acción por debajo del cual se viola la norma ética. Ésta ha sido la estrategia de las éticas de contenidos: expresar negativamente la norma moral por motivos puramente de brevedad, sin limitar por ello el bien que la persona está llamada a hacer.

De este modo, las normas morales, por motivos de economía, se expresan mejor con la partícula “no”, por ejemplo: “no matar”, “no robar” y “no mentir”. Pero la norma moral no quiere implicar que la bondad moral de la persona consiste en abstenerse de matar, de robar y de mentir. Al contrario, estas normas morales señalan que sólo puede realizarse el ideal expresado por los valores cuand
o, al menos, partimos de la base que supone el no matar, el no robar y el no mentir, pero que la realización moral se encuentra en el horizonte que parte de esta realidad negativa. Es decir, no sólo no debemos matar, sino debemos promover la vida humana desde su origen hasta su muerte natural; no sólo no debemos robar, sino es bueno el ahorrar, el compartir, el dar de nosotros mismos a los demás; no mentir es una excelente convicción, pero aún mejor es decir la verdad, es ser prudentes en nuestra comunicación de la verdad, es dar la verdad con amor a los que la necesitan.[5]


Y estoy convencido de que sólo después de afirmar los valores como realidades abstractas y las normas morales como contenido de los valores, podemos entonces apoyarnos en los principios éticos.

Para decirlo en una palabra: los principios éticos
no cumplen la función de criterios rectores, sino de criterios auxiliares en la decisión ética en situaciones de perplejidad. En efecto, los principios éticos, por su propia naturaleza, carecen de contenido. Son vacíos y sólo suponen cierto tipo de compromiso en la relación que se establece entre ellos. En el modelo ético que venimos exponiendo hasta este punto resulta fundamental el afirmar que en la vida ética la primacía la tienen los valores. Sin embargo, éstos requieren de las normas para tomar contenido éticamente significativo. Finalmente (y sólo finalmente), los principios aparecen para iluminar la vida ética de los hombres.

Resulta por demás peculiar (y, sin embargo, tremendamente significativo) que hoy día se afirmen primero principios como el de autonomía, justicia o
no maleficencia que algunos otros verdaderamente clásicos y sumamente útiles, como el del mal menor, el de doble efecto o el de sindéresis, este último no por simple menos fundamental e importante. La razón de este fenómeno debe buscarse en el modelo ético que se sigue: si es de tipo principialista, entonces se seguirán los principios antes señalados; si es personalista, podremos encontrar el verdadero lugar de los principios pues, como decíamos, se trata de auxiliares en la decisión ética, es decir, marcos de análisis que, en situaciones sumamente complejas (que involucran la propia vida o la de los demás, o que implican efectos tremendamente negativos para unos u otros), nos dan indicios acerca de cómo actuar éticamente (Cuervo, 1995).

Ética y profesión

De este modo, ¿cómo plantear una ética profesional desde estas premisas? Intentaré esbozar una respuesta de un modo sistemático, siguiendo un punto de partida propio de la ética general de las profesiones.


La ética general de las profesiones nos señala que el punto central en el que debemos enfocar nuestra atención es el del bien intrínseco de la profesión en cuestión. Me explico. El bien intrínseco del Derecho es el bien que está llamado a realizar y que plenifica a la persona: se trata de la justicia. O la justicia es la aspiración fundamental del Derecho, o el Derecho deja de ser lo que está llamado a ser: una realidad institucionalizada al servicio de la plenitud de la persona humana (por la centralidad humana que mencionábamos al inicio de esta comunicación). Del mismo modo, en la medicina, su bien intrínseco es la salud. No es la aplicación de procedimientos médicos o el uso de tecnologías de vanguardia: es la tutela de la salud de las personas, es decir, la realidad humana como referente profesional. Y así podríamos seguir con todas las profesiones.

De este modo, habría que afirmar que el primer paso para establecer seriamente una ética profesional es la definición del bien intrínseco que ha de tutelar.

Una vez definido
el bien intrínseco es necesario verificarlo contra una sana antropología: ¿realmente promueve la dignidad de la persona humana?, ¿realmente considera a la persona como central, poniendo toda la profesión al servicio de su plenitud?

Posteriormente habría que establecer, un tanto indicativamente, los valores fundamentales de la profesión: en un caso puede tratarse de la empatía (la psicología y la medicina, por ejemplo), en otro de la justicia (en el mismo caso del Derecho), en otros de la responsabilidad (como podría ser en la Ingeniería y la Administración), y u
n largo etcétera. Vale la pena señalar que no se trata de reducir a cada profesión a un solo valor, sino que podemos encontrar que en cada aspecto de la profesión hay valores aplicables a la misma.

A continuación, entramos en el terreno de la deontología profesional: el terreno del deber y las normas. La pregunta sería, ¿cuáles son los principales deberes, y por tanto las normas fundamentales de esta profesión? Lo que es cierto es que las normas particulares de una profesión no pueden ir en contra de las normas generales de la ética. Por tant
o, la atención profesional a un demandante no puede ir en contra de la verdad; la atención al interés del paciente no puede ir en contra de la vida; la importancia de cumplir cabalmente las exigencias de la empresa no puede ir en contra de la seguridad en una obra ingenieril, y así de este modo.

Finalmente, llegamos al terreno de los principios éticos. En la vida profesional, la casuística es terriblemente complicada. ¿Cómo decidir íntegramente según el bien en un contexto determinado? Los principios éticos son de gran ayuda pero, de nuevo, respetando la jerarquía de los elementos que in
tegran la ética: los principios nunca podrían justificar una acción en contra de la dignidad de la persona, o contraria a las aspiraciones propias de los valores de la profesión, ni mucho menos opuesta a las normas morales generales o específicas de la práctica profesional.

En definitiva, la ética profesional debe nutrirse de una sana ética, la cual tiene que referirse, esencialmente, a la persona en su concepción de ser digno y central, y estar al servicio de un proyecto de genuina realización y plenitud humana.

Violencia mediática




Con los elementos anteriores podemos plantear sólidamente una evaluación ética de la violencia mediática. Cuando los medios de comunicación nos ofrecen espectáculos violentos, representaciones que desprecian la vida humana, que convierten el rostro humano en el simple rostro del “enemigo”, ¿se está violando algún elemento de la ética?

Para hablar seriamente sobre la violencia mediática hemos debido recorrer todos los temas anteriores: la ética, los valores, las normas y los principios; finalmente, la ética profesional.

Digámoslo en términos del vocabulario hasta aquí elaborado: ¿cuál es el bien intrínseco que los medios de comunicación han de ofrecer a la comunidad humana? El bien intrínseco de los medios es la verdad. En efecto, los medios de comunicación han de dar a conocer la verdad. Han de ocuparse de la verdad como del mayor bien que están llamados a tutelar.

Ciertamente, los medios han de impulsar el crecimiento de la imaginación de su audiencia: en este sentido, no habría que pensar, fundamentalistamente, que sólo habría que referirse a lo objetivamente verdadero. Al contrario, habría que promover todo aquello que, en la verdad, promueve, como lo hemos dicho insistentemente hasta este punto, la dignidad y la centralidad de la persona humana.

Lamentablemente las profesiones han olvidado el bien intrínseco que están llamadas a tutelar, y lo mismo los medios. Hoy día los medios parecen someterse a la tiranía del índice de audiencia: importa más tener una audiencia cautiva que servir al bien integral de la persona humana. Por ello, la violencia, en sus diversas formas, aparece en los medios porque constituye un atractivo natural para las personas. La violencia nos horroriza, pero nos llama a contemplarla. La violencia es detestable, pero su contenido simbólico, al ser contemplada en cualquier medio, parece satisfacer una inclinación inscrita en el hombre.

Sin embargo, el problema es aún más profundo. La violencia mediática, la cosificación del hombre y la mujer, el desprecio por la vida, la creación de una visión del mundo basada no en la solidaridad y la fraternidad, sino en la competencia y el éxito a cualquier precio, modifican, decisivamente, las certezas de las personas. Estamos presenciando no solamente el desprecio de valores universales, sino su reflejo en la realidad de manera que la exaltación de antihéroes se convierten en modelo de vida para muchos, especialmente para los más vulnerables: los jóvenes.

La violencia mediática penetra en todas las dimensiones de nuestra vida: se hace presente en publicaciones vulgares que reducen a la persona a un objeto de consumo; se hace presente en música cuyo contenido desprecia la vida y hace de la existencia una lucha a muerte de unos con otros; aparece en el cine, la televisión, la radio, la publicidad y el entretenimiento. En última instancia, parece existir una carencia de creatividad que se resuelve en el recurso a todo aquello que está “prohibido”: la crueldad, el asesinato, la traición y la infidelidad; se utiliza como “atractivo” el desprecio por la familia, por los valores, por una vida entregada al servicio; se desprecia a Dios, a los ministros de culto y a las religiones.

Ciertamente, existen numerosas iniciativas en los medios que, con gran arrojo y creatividad, se centran en lo positivo y promueven modelos de vida valiosa. En cambio, los impulsores de la violencia mediática ponen de manifiesto no solamente su incapacidad de encontrar nuevas fórmulas de entretenimiento y comunicación sino, peor aún, promueven modelos de vida que, antropológica y éticamente, apuntan al fracaso de la existencia, a una vida frustrada por la esclavitud del erotismo, de la violencia, de un éxito inalcanzable que siempre está más allá del horizonte, detrás de nuevos productos, de nuevas marcas y de un modelo de vida que no satisface incluso a aquel que lo ha hecho propio.

En conclusión, la violencia mediática es una negación de lo humano y los resultados están a la vista: sociedades egoístas, proyectos de vida frustrados, falta de sentido de la vida. No es gratuito que grandes filósofos hablen hoy día de las “nuevas pobrezas”, siendo la principal de ellas la falta de sentido de la vida. Cuando los medios, con toda su capacidad de penetración, optan por la fórmula violenta, entonces es el hombre el que se pierde. En cambio, cuando en una estrategia de coherencia antropológica y ética los medios promueven la vida humana y los valores universales, con creatividad, entonces se logran grandes fenómenos mediáticos que permiten el florecimiento de la vida y lo que verdaderamente ennoblece la existencia humana.

Referencias

Cuervo, F. (1995). Principios morales de uso más frecuente. Madrid: Rialp.
Etxeberria, X. (2002a). ¿Cuáles son los elementos constitutivos de la ética? Temas básicos de ética. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Etxeberria, X. (2002b). La ética como horizonte de plenitud. Temas básicos de ética. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Etxeberria, X. (2002c). Temas básicos de ética. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Guardini, R. (2002). Las condiciones antropológicas. Ética. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
Hortal, A. (2004). Ética general de las profesiones. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Ioannes Paulus PP. II (1993). Carta encíclica Veritatis Splendor. Ciudad del Vaticano: Librería Editrice Vaticana.
Rodríguez, A. (2006). Ética general. Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra S. A

[1] En este planteamiento, me alejo de la propuesta de Augusto Hortal, notable pensador quien, sin embargo, ha hecho de la ética general de las profesiones una especie de metáfora principialista. Para Hortal, la ética general de las profesiones se construiría por la consideración de los cuatro principios de la bioética (propuesta por Childress), a saber: la autonomía, la beneficencia, la no-maleficencia y la justicia, cada uno de ellos particularmente integrado a un momento del actuar y el papel profesional (Hortal, 2004).
[2] En este sentido, son sumamente interesantes las profundas consideraciones de Romano Guardini, quien en su Ética (2002) presenta un capítulo completo sobre “las condiciones antropológicas” de esta disciplina.
[3] A este respecto convendría comparar los postulados, en muchos aspectos diversos y sin embargo complementarios, de Etxeberria (2002c) y, por ejemplo, de Rodríguez (2006) en su Ética general, quien dedica un capítulo completo a la recta razón, las virtudes y las normas.
[4] Cuando se consideran, por ejemplo, los derechos humanos como simples valores aspiracionales, entonces se convierten en realidades prescindibles. Cuando, en cambio, se les considera solamente como una normatividad impuesta por unos con una pretendida validez universal, entonces se descubre un cierto dominio injusto que exige una actitud crítica. Pero los derechos humanos no son ni lo uno ni lo otro. Los derechos humanos son modos de concretar las más altas aspiraciones valorales de la persona humana: el derecho a la seguridad, a la vida, a la familia, al matrimonio, al trabajo, a condiciones dignas de vida, a la justicia, a la participación política, etc. Todos estos derechos son realidades concretas, de contenido, normas, pero inspiradas en los más altos valores a los que tiende la persona humana. Las normas, como dijimos, son el contenido de los valores.
[5] La excelente exposición de este punto, no necesariamente desde una perspectiva teológica sino francamente filosófica, se encuentra en Juan Pablo II (1993).

Crédito de las Imágenes
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- 3: GettyImages, Doriano Solinas.

Corresponsabilidad y prevención: sistema integral para la comunicación de bebidas con alcohol

Jorge Alberto Hidalgo Toledo

Introducción

Según cifras publicadas en la Encuesta Nacional de Adicciones (INEGI, 2002) 41.7% de la población ubicada entre los 12 y los 29 años se declaran bebedores actuales, lo que representa que en el último año al menos una ocasión han bebido un promedio de hasta cinco copas. La cifra, sin lugar a dudas, llama doblemente la atención cuando se observa que 25.8% corresponde a menores de 17 años, y que 40.4% de los consumidores entre los 18 y 29 años son mujeres. El consumo de alcohol en menores y el incremento en la población femenina por imitación del patrón de abuso de los varones es una situación que preocupa a todos los sectores de la población, desde los padres de familia, educadores, instituciones de salud pública e, incluso, a la misma industria de bebidas con alcohol. Más aún, si se considera que la iniciación en el consumo se da entre los 12 y los 13.5 años. Entre las principales causas y motivaciones para el consumo y abuso de bebidas en menores de edad se encontró (Hidalgo y Vega, 2007):

1. que en su casa o familia beben;
2. la familia y la sociedad lo ve como una práctica normal;
3. es parte de la cultura en la que están inmersos los jóvenes; y
4. los padres son tolerantes y permisivos ante el consumo de bebidas.

En México, al consumo de alcohol en menores hay que sumar el problema derivado de los accidentes viales debido al abuso de bebidas con alcohol. Hoy día, según cifras publicadas por el Centro Nacional para la Prevención de Accidentes y la Subsecretaría de Prevención y Promoción de la Salud, los accidentes viales son la séptima causa de muerte en la población en general y la primera entre los jóvenes. En promedio, dos mexicanos fallecen cada hora y más de 17 000 personas mueren cada año, de los cuales 7 000 son jóvenes. Aunada a esta cifra, 23% de las defunciones por accidentes de tráfico ocurrieron a conductores entre 15 y 24 años de edad que abusaron del alcohol.

(Foto: Fisac en http://www.alcoholinformate.org.mx/camp_videos.cfm )

Considerando que 90% de los accidentes de tránsito son producto de una conducta humana y otros factores de riesgo como falta de pericia, conducir cansados o el exceso de velocidad se ha emprendido, por parte de instituciones públicas y privadas, un sinnúmero de campañas que van desde la satanización del alcohol hasta la educación para la prevención, el cambio de actitudes, creencias, hábitos y prácticas en torno al consumo moderado de bebidas con alcohol.

La presente investigación busca ofrecer un modelo de investigación y desarrollo que integre, de modo sistémico, algunas de las principales contribuciones científicas de la comunicación para la salud para la generación de campañas de comunicación que repercutan en la prevención del abuso de bebidas con alcohol en los jóvenes.

El modelo incluye a los distintos actores sociales (institucionales, comunitarios, públicos e individuos) implicados en la promoción de la salud apelando a su corresponsabilidad social para formar e informar a los grupos vulnerables de la población (niños, adolescentes y jóvenes) involucrándolos de modo activo en la recepción y generación de mensajes.

La comunicación para la salud

Las campañas de comunicación orientadas a la salud, tienen como objetivo modificar algunos aspectos como: la conciencia, el conocimiento, las opiniones, las actitudes, sentimiento, creencias normativas, intenciones, habilidades y el comportamiento de la audiencia objetiva (Flay y Burton, 1990, p. 129-145). En 1986, durante la Conferencia de la Organización Mundial de la Salud, se implantó la idea y concepto actual de promoción de la salud con el fin de impulsar los procesos que favorezcan el control de los individuos y grupos sobre las variables que condicionan su propia salud; es decir, que se basen en una aproximación intersectorial, holística y no estrictamente médica, y adopten una perspectiva no paternalista que apoye las opciones personales y grupales.

También surgió la idea de la capacitación para la gestión autónoma de la salud de cada individuo, promoviendo la autoayuda, los autocuidados, las redes sociales y el reforzamiento comunitario. No obstante, a lo largo de los años los esfuerzos realizados desde la comunicación para la salud, han dado cuenta que algunos de los fallos comunicativos se pueden ubicar desde la planeación. Dichas estrategias no han logrado atender efectivamente la tarea de la prevención pues no se han puesto de acuerdo los distintos investigadores en las causas y factores que consideran inciden en el consumo y abuso de bebidas; así como tampoco de qué manera deben comunicarse empáticamente con las audiencias que desean atender y que se encuentran en constante cambio.

Asimismo, se ha encontrado la necesidad de:

1. hacer evaluaciones constantes desde la planeación hasta la definición de objetivos;
2. realizar análisis epidemiológicos y sociológicos de la audiencia que permitan ubicar la forma, tono, diseño y contenido del mensaje;
3. considerar a todas las instituciones que influyen en la sociedad, el contexto cultural, el ambiente político y que sean influencia directa y semidirecta de la audiencia;
4. emprender pruebas previas de evaluación durante todo el proceso para garantizar que el mensaje cumpla el objetivo de la campaña;
5. diseñar mezclas metodológicas cuanti-cualitativas, etnográficas, semiológicas y de contenido para medir la influencia, el impacto y los efectos de la campaña, no sólo para ubicar los mensajes que gustaron, sino que realmente transformaron a la población;
6. situar eficazmente los esfuerzos en la estructura comunicativa que deben tener tanto los que comunican como los que proveen las soluciones públicas al problema (autoridades, legisladores y sistemas de salud);
7. desplegar, de forma debida, la comunicación de fondo, si es que se pretende institucionalizar y hacer sustentable, o se quedará en voz de la población con el peligro de que no pase el mensaje de una generación a otra; y
8. comunicar para incrementar la demanda de conocimientos e información cuidando de no estancarse en la oferta de soluciones (Contreras, 1992).

Las campañas de comunicación

Sin lugar a dudas, un sinnúmero de campañas han apostado en la efectividad de sus mensajes, en un uso creativo de los medios de comunicación de masas, o el empleo de sólo algunos de ellos por cuestión presupuestal. Así, han recurrido al empleo de panfletos, carteles, volantes, canciones, anuncios de televisión, radio, periódico, revistas, cine móvil, e incluso en la trama de telenovelas con el fin de garantizar:

1. gran penetración;
2. “vencer” la competencia que significan otros mensajes que recibe la población;
3. que se influya en el proceso de toma de decisión personal; y
4. modificar el estilo de vida de la población (Kambon, 1992).

Otros tantos comunicadores recurrieron en décadas pasadas al uso de medios “alternativos”, como los mensajes vía altavoces en camiones, sermones públicos y homilías dominicales, conferencias comunitarias, talleres, cursos, clases, pláticas en clínicas y consultorios, radios indigenistas y universitarios, torneos musicales y deportivos, toallas, gorras, viseras, mantas, tiras cómicas y canales de comunicación interpersonal (trabajadores de la salud, personal voluntario, propietarios de tiendas y centros de consumo) (Vásquez, 1992).

Estas últimas dejaron ver la necesidad que existía de que la comunicación no sólo fuera unilateral, es decir, mera exposición; sino, por el contrario, experiencial o vivencial; que logre filtrarse en la cultura hasta que los mensajes sean parte de las creencias y prácticas de la población-objetivo y extendida.

La comunicación comunitaria, participativa y que logre formar con el mensaje, redes sociales, podrá afectar los niveles de información y de conciencia que posteriormente redundarán en un cambio de actitud.

La educación para la salud apoyada en estrategias de comunicación, mercadeo social, análisis de conducta, diseño de instrucción, uso de medios múltiples, investigación y mecanismos de movilización social, repercute positivamente en los conocimientos, actitudes y prácticas de la población, así como en los esquemas de presentación de servicios preventivos de salud (Thompson, Dorsey, Miller y Parrot, 2003).

(Foto: Fisac en http://www.alcoholinformate.org.mx/camp_videos.cfm )

Una campaña de comunicación para la salud debe ser vista como una acción social; un proceso social que intenta ser un instrumento de cambio al difundir e instaurar valores disímiles a los establecidos compitiendo por la atención del público; un escenario de interacción de diferentes grupos sociales, intereses y perspectivas; un espacio de intercambio de información y articulación; una forma de aprendizaje social de todos los actores; un proceso de elaboración de diagnósticos y estrategias de acción, monitoreo y ajuste social (Robirosa, Cardareli y Lapalma, 1990); un reducto que favorece el empoderamiento, una vía de construcción de ciudadanía; una movilización a la democratización comunitaria; una forma de involucrar solidaridades acotadas; una experiencia portadora de sentido. Así pues, una campaña que apele a la corresponsabilidad, está llamando a la participación en las decisiones; es un ejercicio de reconocimiento y validación de derechos sociales; es una contribución a la toma de conciencia, realización, diseminación y relacionamiento social.

La corresponsabilidad comunicativa - preventiva

Como bien señala Martha Mayagoitia (1992): “Las campañas de prevención realizadas a través de los medios de comunicación masiva han permitido que las distintas poblaciones reconozcan la existencia del problema; sin embargo, no siempre conducen a un cambio de actitud ni motivan a intervenir en su eliminación.” Investigando una estrategia efectiva, se ha visto la necesidad de incorporar un enfoque multidisciplinario (apoyado en psicólogos, educadores, sociólogos, psiquiatras, antropólogos y comunicadores sociales) y sistémico que pueda inculturar los mensajes en el sistema de valores y creencias de las personas, su familia y su entorno social. En la medida en que las campañas logren educar, informar e involucrar de modo activo a sus receptores, podrán llevar a la persona a la toma de conciencia, al reconocimiento del problema, pasando por el diálogo comunitario y la validación consensual, hasta llegar a la coacción participante de la prevención (Parrott, 2004). Para lograr esto, la estrategia global debe ser incluyente, comprometiendo la participación activa de todos los actores sociales involucrados en la problemática (Ascarrunz, 1992).

Con este objetivo hemos agrupado a los participantes en Núcleos de acción por nivel de corresponsabilidad, que pueden ser de tipo Primario (familia, amigos, pares y otras influencias directas); Secundario (escuela, profesores, tutores, grupos y comités estudiantiles, entrenadores, compañeros de clase); Terciario (trabajadores de centros de consumo, bartenders, valets parking, brigadistas, voluntarios sociales); Cuaternario (organizaciones civiles y sociales, instituciones de salud pública, ong, fundaciones, industriales, profesionales e iniciativa privada); Quinquenario (medios de comunicación, legisladores, organizaciones civiles y religiosas); y Sexagenario (instancias de gobierno federal, estatal y local), como se puede observar en la gráfica 1.

La implementación de la comunicación que se propone en el Modelo de comunicación integral y corresponsable para la prevención se fundamenta en la corresponsabilidad que tienen cada uno de los siguientes núcleos: el target (niños, adolescentes y jóvenes), padres de familia, amigos, compañeros y pares en un primer nivel, y otros agentes que influyen de modo directo en el consumo del menor.

1. El niño, adolescente o joven, en primera instancia, debe ser consciente que él es el responsable directo de sus actos; que siendo menor de edad es ilegal y nocivo para su salud el consumo de bebidas alcohólicas. Debe hacer conciencia de las consecuencias que tendría un accidente en su persona y en terceros, en caso de conducir ebrio.
2. Los padres de familia son corresponsables de la formación integral, sólida, no permisiva y tolerante que deben dar a sus hijos para establecer reglas claras, mayor comunicación, confianza y cariño, con el fin de que el menor se empodere de sus decisiones y fortalezca su asertividad para evitar la presión social. La comunicación y el afecto, apoyados en una normatividad no condenatoria o moralizante (Lewis, Watson y Tay, 2007), darán al menor garantía de apoyo que redundará, si existe una orientación clara, en altas expectativas y un proyecto de vida. Los mismos padres están obligados a educar para la moderación, enfatizando el conocimiento, las actitudes y percepciones, así como ser testimonio de prácticas sanas de salud (Wecsler, Lee, Kuo, Seibring, Nelson y Lee, 2002).
3. Las escuelas deben reforzar, mediante un liderazgo moral, la confianza y la comunicación con información clara y objetiva, apoyada en una educación crítica y activa que forme en ellos conciencia al involucrarlos, de modo directo, en campañas comunitarias y escolares de prevención. En los colegios la prevención debe ser una materia curricular que refuerce la civilidad en los ciudadanos.
4. La comunidad, a través de las entidades y organizaciones sociales y de salud, deben dar asistencia y apoyo a los jóvenes garantizándoles espacios libres de alcohol, de sana diversión. La comunidad puede apoyar, a través de brigadas de prevención y comités de padres-hijos, en la construcción de actividades formativas y de prevención, así como evitar accidentes viales mediante campañas de barrio. Las organizaciones civiles, fundaciones y empresas privadas pueden incluir, en sus programas de responsabilidad social y en sus agendas, acciones de promoción de la salud y la prevención, extensivas a sus empleados, familiares y comunidad en general.
5. La industria y los centros de consumo deben garantizar el cumplimiento de la ley impidiendo la venta de alcohol a menores capacitando a empleados de las tiendas de autoservicio, ocasión y centros de consumo para que comprendan el daño físico y social que ocasionan si venden alcohol a menores; impidiendo las barras libres, entrada a menores y prácticas de mercadeo que presionen a los no consumidores a beber y transgredir su derecho a la abstinencia; garantizar espacios seguros de sana convivencia; ofrecer productos de alta calidad con el fin de evitar la piratería y el comercio ilegal de bebidas; promover alternativas de bebidas libres de alcohol como los mocktails y poptail, así como dar alternativas de transporte tipo taxis o choferes seguros, o la implementación de programas como el alcoholímetro para que los bebedores no conduzcan.
6. Los medios de comunicación son corresponsables, por lo que deben evitar: representaciones de abuso de alcohol en sus contenidos y en los publicitarios; no exhibir situaciones que influyan en la iniciación en el consumo de menores o en el abuso en los ya bebedores; participar en la fase creativa y de emisión de mensajes preventivos y campañas que promuevan la salud de los ciudadanos, así como formar e informar a los receptores a través de noticiarios y programas de entretenimiento (Slater, Karan, Rouner y Walters, 2002).
7. Las autoridades federales, estatales y locales deben diseñar políticas públicas para evitar que los menores de edad conduzcan; incrementar las sanciones y el cumplimiento de la ley relativas al alcohol y el volante; restringir la venta de alcohol a menores; evitar el comercio ilegal de bebidas; y prohibir las barras libres. En el campo de la salud pública es necesario impartir cursos de moderación como parte de la currícula escolar, así como talleres de alfabetización publicitaria para estimular el pensamiento crítico y asertivo.

La Unión Internacional de Promoción de la Salud y Educación para la Salud para la Comisión Europea consideró, en 1999, recomendaciones para la creación de un programa de promoción integral de la salud que impacte socialmente, pero no sólo una campaña masiva, sino que incluya intervenciones múltiples, simultáneas y sinérgicas (Nirenberg, 2006) como la alfabetización para la salud, o acciones e influencias sociales como la participación comunitaria, el empoderamiento de la comunidad a las normas sociales y a la opinión pública, y la creación de políticas públicas saludables (Campo, Brossard y Frazer, 2003).

Todas estas acciones habrán de comunicar y educar a los niños, adolescentes y jóvenes sobre las consecuencias negativas de la ingesta y el consumo excesivo de alcohol en menores. Los padres y otros agentes que son modelos de roles sociales para los jóvenes deben tener actitudes de modo que el consumo en menores sea menos atractivo o socialmente aceptado procurando, a manera de cadena de influencias, acciones legislativas que limiten el acceso del alcohol al menor. La coparticipación de todos los actores permitirá que los comunicadores y la campaña se acerque a la realidad y la comprenda mejor. El grado de participación de los distintos actores y grupos sociales debe ser evaluado para medir las consecuencias de las intervenciones de comunicación, así como captar, contextualizar e interpretar las actitudes, motivaciones y comportamientos. Sin importar cuál fue el nodo que sirvió de puerta de entrada del mensaje, éste operará en diversos niveles de modo promocional. Así, para garantizar el efecto positivo, es muy importante prever, desde la planeación, los efectos intencionados y no intencionados[1] deseados en la adquisición de valores, concepciones, actitudes y comportamientos saludables. Una visión corresponsable establece puentes entre la salud individual y la colectiva, la creación de entornos saludables, la planificación de políticas de publicación en función del macroproblema, y las capacidades que tiene la sociedad para atender las soluciones individuales prestando atención a las diferencias étnicas, de género y socioeconómicas.

Este modelo busca generar un sistema solidario que modifique la estructura y los valores del sistema social en el que se implante, ya que la solidaridad reconoce la asociación de los iguales frente a un objetivo y meta específica, facilitando la emergencia y consolidación de los involucrados como actores sociales que pueden tener presencia, visibilidad e impacto en el espacio público aun cuando su actuar no sea constante a lo largo del tiempo. La dificultad que comprende el modelo es cómo convocar y transformar la participación protagónica en participación social efectiva; descentralizar los núcleos para que el poder lo tenga el mensaje y no los actores; promover relaciones sociales democráticas, igualitarias y voluntarias no coercitivas; hacer de la información el conocimiento que mueva al cambio y la mejora, y no se quede en apelaciones sensibles; garantizar profundidad en el alcance, continuidad, regularidad, formalidad y calidad de la participación.

Cuando los sujetos asumen su corresponsabilidad, se involucran, toman parte e influyen en el proceso, las decisiones y las actividades de su entorno particular; es decir, alcanzan experiencia, conocimientos y adquieren capacidades y habilidades que le permiten crecer no sólo en el terreno de la salud, sino que buscarán elegir actividades que construyan entornos respetuosos, amigables, sanos que fomenten y apoyen el fortalecimiento de las capacidades y la asunción de la responsabilidad social de todos los miembros de la comunidad. La idea es convertir cada núcleo de acción en un círculo virtuoso de participación; es decir, estructuras solidarias orientadas al desarrollo.

Las acciones de corresponsabilidad son acciones simétricas que ayudan a evaluar los materiales didácticos y cursos desarrollados durante la campaña, así como los canales de difusión empleados. Aun cuando la campaña debe atender como público primario a los menores de edad, se contemplan como públicos secundarios los pares, los padres de familia y públicos extensos como trabajadores de la salud, personal voluntario, educadores y personal de centros de consumo y venta de bebidas. De esta forma, el público primario estará expuesto en múltiples niveles a los mensajes preventivos.



Gráfica 1


Subsistemas corresponsables de una comunicación integral para la prevención


Fuente: Basado en OSAP, Prevention II, Tools for creating and sustaining Drug-Free Communities, 1989. García, T., 1992.



Conclusiones

Es un hecho que la mera exposición a los mensajes y al programa completo de comunicación no será el elemento determinante en la modificación conductual. La interrelación de los públicos destinatarios y el grado de corresponsabilidad y acción es la garantía de la campaña, ya que todos ellos fungen como eslabones del proceso de cambio del comportamiento individual y colectivo, y de las transformaciones que puedan darse en las circunstancias sociales y económicas que rodean el consumo y el abuso de las bebidas con alcohol.

Vale puntualizar que los niveles de influencia en el comportamiento estarán enmarcados por los efectos intencionados y no intencionados de la comunicación. En el caso de los menores de edad, se espera repercutir directamente en su comportamiento y en la presión del grupo social (peer pressure) en el sentido de exploración, invulnerabilidad y sentido de estimación y valía social. En los adultos debe incidir en la comprensión de su nivel de responsabilidad, en el fortalecimiento de vínculos familiares, y en la promoción de acciones preventivas y formativas en el hogar. En la población en general, la corresponsabilidad se evaluará en las medidas que se impongan para el cumplimiento de la ley, así como garantizar espacios de convivencia sana donde prive el derecho a la abstinencia y al consumo responsable.

Unos de los paradigmas que pretende modificar esta investigación es la creencia que tienen instituciones de salud, asociaciones civiles y organismos públicos y privados la cual afirma que basta una campaña en medios masivos para modificar radicalmente creencias y conductas casi a manera de estímulo-respuesta y a corto plazo. La planeación de un campaña de comunicación para la salud que tenga resultados exitosos implica una planeación, ejecución y evaluación más compleja que simplemente tener un mensaje atractivo, bien ejecutado y pautado en medios, pues el éxito de la campaña habrá de medirse en función de si se logró establecer en todos los actores y núcleos el vínculo entre aprendizaje, decisión, acción y retransmisión de la conciencia preventiva hacia otros actores. El cambio de comportamiento implicará un estudio longitudinal para evaluar cómo inciden otros factores circunstanciales y ambientales en la permanencia o disolución del mensaje, en ayudar o entorpecer el comportamiento correcto de los diferentes actores y núcleos.


Referencias

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[1] Se denominará efecto no intencionado al efecto indirecto planificado en otra audiencia que no es el público meta, dado que los efectos de la comunicación son resultado de múltiples fuerzas de las cuales el comunicador sólo puede controlar una de ellas. El comunicador debe planificar audiencias meta e indirectas como los efectos intencionados-directos y no intencionados-indirectos. Los efectos no intencionados se pueden dar en múltiples dimensiones, lapsos de tiempo, niveles de análisis, balance, tipos de audiencia y contenidos específicos, y no necesariamente son de tipo negativo. Los 11 tipos de efectos no intencionados que han podido clasificar autores como Cho y Salmon (2007) son: ofuscamiento, disonancia, efecto boomerang, contagio de la aprensión, desensibilización, culpabilidad, costo de oportunidad, reproducción social, normatividad social, empoderamiento y activación social.

Pornografía en Internet: un asunto de corresponsabilidad familiar y mediática

María Antonieta Rebeil Corella

En los albores del año 2008 surgen nuevas preguntas y nuevas reflexiones sobre el tema de la pornografía, mismo que se encuentra desde los principios de la historia de la humanidad. ¿Se trata de un negocio?, ¿una profesión?, ¿una forma más de entretenimiento? ¿O debe verse desde la perspectiva de un fenómeno que cala más profundamente en las personas, en las familias y en la sociedad y, por lo tanto, un motivo de análisis y de reflexión humanista y ética?

Los propósitos de este trabajo son
los de proveer algunas reflexiones básicas acerca de la pornografía en Internet y cómo ésta afecta a las personas, a las familias y a la cultura de la sociedad mexicana. Además, se pretende analizar el papel de corresponsabilidad que juegan la familia, la educación, los medios de comunicación y otras instituciones sociales en la prevención de la adicción a la pornografía en menores, así como hacer propuestas para la elaboración de campañas mediáticas encaminadas a contrarrestar la exposición de los niños y jóvenes a los contenidos pornográficos en la web.

Dimensiones de la industria de la pornografía

Las dimensiones cuantitativas de la industria de la pornografía en Estados Unidos representan un negocio de 8 000 millones de dólares
e involucra libros, revistas, videos, accesorios, audios, fotografías e imágenes gráficas que se pueden obtener a través de cualquier medio de comunicación incluyendo Internet y los teléfonos celulares. La revista electrónica Bitelia recientemente publicó las siguientes cifras: el Valle de San Fernando, ubicado en el estado de California, EUA, es la capital mundial de la pornografía: 12% de los sitios web son de pornografía; 25% de las búsquedas en Internet son acerca de la pornografía; 35% de las descargas son de pornografía; cada segundo 28 258 usuarios están viendo pornografía; cada día se generan 266 nuevos sitios de pornografía, y cada segundo se gastan 89 dólares en ese país en esta industria (Bitelia, 2008). Para el caso de México, se sabe que la industria de la pornografía también ha alcanzado cifras estratosféricas y que éstas aumentan día con día. La situación en el nivel global se puede apreciar en los datos que aportan Delia Gómez, Jorge Hidalgo y Diana Vega (Cuadro 1).

Cuadro 1.
Cifras de la industria de la pornografía en el mundo

Fuente: Gómez, Hidalgo y Vega, 2007.


¿Qué es la pornografía y cómo afecta?

La pornografía es una de las formas mediante las cuales las personas se convierten en objeto y pierden su condición de dignidad infinita. La pornografía consiste en la mercantilización de la condición sexual de
las personas y su degradación como vacío existencial. Se trata del tratamiento de la sexualidad de las personas de manera irrespetuosa y denigrante. En muchas ocasiones se vincula al abuso de menores y mujeres.

La Comisión Acerca de la Pornografía del Fiscal del Estado de 1986 definió la pornografía como material “predominantemente explícito sexualmente y con la intención principal de la excitación sexual”. La pornografía “dura” (hard-core) es “sexualmente explícita en el extremo, y está desprovista de todo otro contenido o propósito” (citado en Anderson, 2002).

Tipos de pornografía

Una forma de categorizar la pornografía puede ser a través de la clasificación de sus formas de presentación o del soporte mediático empleado para su exhibición y consumo. Un primer tipo son las revistas para adultos dirigidas a un público masculino (aunque, para el caso de Estados Unido
s, 70% termina en manos de menores) (Boatwright, 2007); un segundo tipo son los videos que se venden o alquilan para adultos; el tercer tipo, son las películas cuyos criterios de clasificación se han ido flexibilizando a través del tiempo; el cuarto tipo es la pornografía por televisión abierta y cerrada y, en particular, la difundida por la televisión por cable que permite la recepción de la programación en la intimidad del hogar; el quinto tipo es la ciberpornografía que, además de ser suministrada en la intimidad, tiene el atractivo adicional de poder interactuar con el material en línea; y el sexto tipo es la audiopornografía, es decir, materiales que pueden ser recibidos por la telefonía fija y móvil.

El acceso a Internet y la cibepornografía


El acceso a Internet de niños y jóvenes tiene ventajas y desventajas. La web ha incrementado las formas en que los jóvenes y niños acceden a la información y elaboran conocimientos. Encuentran en Internet un medio inmediato, fácil y accesible, incluso en términos de costo, para la realización de investigaciones y de la cultura en general. Algunos programas y juegos en línea les permiten el ejercicio de las destrezas psicomotoras. Internet, por otra parte, crea formas nuevas de comunicación e interacción de tal manera que se generan comunidades virtuales ampliando el horizonte de las relaciones sociales posibles, más allá del entorno inmediato. Abre, además, la posibilidad de conocimiento de otras culturas para los jóvenes sin tener que abandonar el país.

Por otra parte, el acceso ilimitado a Internet trae consigo consecuencias de corte negativo para sus usuarios, en particular a los jóvenes y niños. El tiempo excesivo dedicado a Internet va en detrimento de su vida familiar, social, salud y tiempo de estudio, ya que limita la comunicación cara a cara. Asimismo existen riesgos aun mayores cuando se realiza la navegación virtual en la red, pues hay sitios no adecuados para jóvenes, y menos para niños, a los que pueden acceder con sólo presionar un botón; entre éstos, abundantes páginas de oferta pornográfica de todo tipo, pues los niños son muy vulnerables ante los adultos en su interacción por medio de Internet, sobre todo cuando se encuentran en condición de soledad o insuficiente supervisión.

La evidencia empírica señala una y otra vez el hecho de que la pornografía no es un mero pasatiempo que pasa sin dejar huellas en las vidas de las personas que la consumen con asiduidad. Los estudios de David Scott, experto en cuestiones de pornografía, familia y cultura, señalan a la evidencia proven
iente de 500 estudios que afirman que:

1. aun la pornografía “leve” hace daño a quienes la consumen;
2. la pornografía hace insensible a quien la ve asiduamente;
3. la pornografía puede causar adicción;
4. la pornografía distorsiona la relación matrimonial;
5. la pornografía aumenta la intención criminal de delincuentes peligrosos
;
6. la pornografía puede motivar a realizar otros crímenes y los facilita (Scott, 2002).

Estas conclusiones señalan que no se está ante u
n problema personal, familiar o cultural de dimensiones menores.

Respecto a la relación de la pornografía con la criminalidad, hay pruebas de que ésta no es ajena a la vida sexual de las personas y que se relaciona con actos ofensivos, agresivos y criminales en cont
ra de los sectores más vulnerables de la sociedad, como las mujeres, los jóvenes y los niños (Cuadro 2).

Cuadro 2. Los efectos de la pornografía en jóvenes prisioneros

Fuente: Scott, 2002.

El impacto de la pornografía en la cultura

Cabe hacerse la pregunta de los efectos que puede tener la pornografía en los ámbitos que rebasan el contexto individual y familiar. ¿Se puede considerar la adicción a la pornografía como algo nocivo para la cultura y la civilización de una sociedad? ¿Se trata acaso de algo similar al alcoholismo como tendencia cultural y sus efectos?

Es posible decir, de entrada, que toda adicción es negativa. No obstante, se considera que la adicción a la pornografía es especialmente negativa, sobre todo la que se obtiene en Internet, pues multiplica las posibilidades de acceso a las experiencias más depravadas del mundo.
Estas experiencias no solamente son visuales, sino también gráficas, auditivas, con movimiento y además ofrecen la opción de la interacción en línea.

Entre otras cuestiones, los niños y jóvenes (y, desde luego, los adultos) que se introducen y se hacen asiduos consumidores de este tipo de sitios en la
web, se acostumbran a tratar a las demás personas como objetos y no como sujetos con dignidad que merecen respeto. Por otra parte, hay una alta probabilidad de que la curiosidad inicial se convierta en hábito, y éste, a su vez, en adicción (Hernández, 2006), para finalmente llegar a otras conductas degradantes del ser humano como la violencia sexual, la violación, las relaciones sado-masoquistas, la bestialidad, el crimen con menores, la trivialización de estos fenómenos de agresión sexual y, en particular, la degradación de las mujeres.

Culturalmente hablando, es probable que en una sociedad asidua a la pornografía se tenga el riesgo de incrementar la tendencia h
acia el machismo. Por otra parte, se promueve el aislamiento social y se reduce la calidad de las relaciones comunitarias y familiares.

En el terreno de la criminalidad, la exposición frecuente a la pornografía por parte de los diversos grupos de la sociedad, hace que se trivialice y se incentive el acoso sexual en el mundo urbano, la calle y el trabajo. Además, promueve la agresión a inocentes, quienes caen víctimas de personas pervertidas, e incentiva la búsqueda de ganancias económicas ilícitas.

Las propuestas de acción desde el seno familiar

Las preguntas acerca de si se debe orientar y controlar el acceso de niños y jóvenes a Internet y si con ello se potencia o limita su libertad, son las que se presentan en el meollo de la discusión ante el alcance de acción que puede tener la fami
lia. Ante la complejidad de la problemática de la libertad se tienen algunas consideraciones. La libertad es la capacidad de autodeterminación de todos los seres humanos para respetar la dignidad infinita de todas las personas, o para tratar a los demás como objetos para la satisfacción del propio egoísmo, destruyendo su condición de personas con dignidad infinita y libertad.

Libertad, por lo tanto, no es hacer lo que ve
nga en gana, sino la voluntad consciente de actuar tomando en cuenta a los demás como personas con dignidad y libertad pues ésta, para ser real, requiere de una cabal racionalidad ética.

Orientar a los niños y jóvenes en el camino de la racionalidad ética no es una restricción, sino una condición para el ejercicio de su verdadera libertad. Por esta razón, el control del acceso de los niños al Internet es importante para protegerlos de las acciones de personas carentes de ética y dispuestos ha violentar su dignidad y libertad.

En el caso de los jóvenes, éstos deben aprender a ejerce
r su propio autocontrol ante un mundo tecnológico crecientemente diverso.

La familia, el grupo de pares y la sociedad en general, juegan un papel fundamental en la prevención y corrección de la adicción de niños y jóvenes a la pornografía en Internet.

La familia debe ser una comunidad étic
a básica en la que las personas se forman como tales, y los padres deben, en primer lugar, autoeducarse mejor para poder formar a sus hijos.

La familia es una institución especialmente poderosa para la prevención y corrección de las adicciones, pues interpela de manera directa a la inteligencia, la voluntad y la capacidad de transformación de sus miembros, especialmente de los hijos.

La autoridad moral de los padres, abuelos, tíos, primos y parientes en general, es importante para que los niños y los jóvenes aprendan a discernir lo que es correcto y lo que es incorrecto en la relación entre las per
sonas, y distingue entre prácticas válidas de aquellas que son degradantes en sí mismas, independientemente de la cultura en la que surgieron o en la que se practican.

Los medios y la comunicación en el combate de la pornografía

A la par que otras instituciones sociales tales como la familia, los medios de comunicación pueden y deben tener injerencia e
n la defensa de las nuevas generaciones ante la pornografía y, en particular, la que llega hasta el seno familiar a través de la Internet, pues tienen el imperativo de realizar campañas educativas y eficaces para prevenir y corregir estos hábitos. Los contenidos de esas campañas tienen, por un lado, la labor esencial de crear conciencia acerca de la mercantilización de la sexualidad y, por otro, prevenir del peligro que esto implica para los niños y jóvenes, como personas en formación y en condición de mayor vulnerabilidad.


Otra cuestión importante es que también se hagan campañas masivas enfocadas a los padres de familia y maestros, quienes deben ser los primeros en enterarse del alcance y las amenazas que representa la difusión de la pornografía en el país, así como de informar acerca de las dimensiones que ha alcanzado el fenómeno en los diferentes medios incluidos la Internet. Asimismo, los medios deben realizar propuestas de educación en los valores de la vida y de la sexualidad responsable, pues en una sociedad como la mexicana, es fundamental que se difundan mensajes que reconozcan la responsabilidad de los varones, y no sólo de las mujeres, en la reproducción humana.

Otro punto central de las campañas es hacerles saber a los niños y jóvenes que no están solos ante los ataques de personas y contenidos pervertidores, pues hay grupos, asociaciones e instituciones que orientan a las nuevas generaciones para que se defiendan de dichas agresiones. Así, los mensajes masivos pueden hacer énfasis en orientar y dar seguridad a los niños y jóvenes acerca de lo que es correcto e incorrecto en la sexualidad humana.

Los medios pueden crear una cultura de denuncia de abusos sexuales independientemente de quién sea el agresor. También está la posibilidad de dar a conocer y difundir las instancias y procedimientos para hacer justicia en caso de abuso. Ello debe motivar la creación, por parte de organismos públicos, de un centro de llamadas de emergencia a nivel nacional, regional y local.

Conclusiones finales

Ante un fenómeno de crecientes proporciones como el de la industria de la pornografía, se ha pasado de la etapa en la que se pensaba que ésta era un simple pasatiempo, a planteamientos que la señalan como un bien de consumo que lacera la integridad de la persona humana. Los niños y jóvenes son los más vulnerables cuando entran en contacto con los contenidos pornográficos que les llegan a través de una diversidad de medios. La frecuencia a la exposición de los mensajes pornográficos se puede convertir en hábito y, en algunos casos, en adicción, y la web se ha perfilado como el soporte más incisivo de estos mensajes al penetrar en la intimidad del hogar.

La familia, la escuela y los medios de comunicación tienen el papel de convertirse en hábiles corresponsables para poner freno al avance en el consumo de pornografía por Internet y otros medios. Además, la construcción de la integridad de niños y jóvenes en valores y principios encaminados al respeto de sí mismos, de las demás personas y de su sexualidad, se convierten en tareas fundamentales por parte de las distintas instituciones sociales: la familia, la escuela, el aparato público de gobierno, las asociaciones de la sociedad civil, el sector privado. Todas éstas tienen tareas que realizar y formas de contribuir para limitar el avance de los mensajes pornográficos y su tránsito hacia la mente y la voluntad de las jóvenes generaciones.


Referencias

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Créditos de las Imágenes
1:
GettyImages, Don Farrall.
2:GettyImages, Digital Vision.
3:GettyImages, Photomondo.



Ética y corresponsabilidad mediática en el sistema de medios de información electrónicos en México

Javier Esteinou Madrid

Transición política y cambio comunicativo

La transformación del sistema político mexicano que se dio, después de 70 años, con las elecciones del 2 de julio de 2000 y el inicio de la débil transición democrática que se derivó de este proceso durante el gobierno del ex presidente Vicente Fox Quesada del 2000 al 2006 requiere, para su consolidación, no sólo la modificación de las arcaicas estructuras económicas, políticas, culturales, financieras, redistributivas, electorales, burocráticas, participativas, etc. del Estado y de la sociedad que operaron durante mucho tiempo en el país, sino de la modificación del actual sistema de comunicación nacional cerrado, monopólico, vertical y autoritario, que ha dominado en las últimas décadas. Esto es, el proceso de construcción de la democracia en México no se pu
ede alcanzar sin la profunda democratización de los medios de información colectivos: democracia social es sinónimo de apertura y pluralidad de los canales de información, por consiguiente, no puede existir democracia, si no existen sistemas de comunicación democráticos.

Por ello, para reformar al Estado en materia de comunicación, ciudadanizar los medios de información en México y dar algunas salidas de participación a los grandes grupos sociales a través de éstos, es indispensable modificar el viejo pacto social de comunicación monopólico, unilateral, concentrador, hermético, obsoleto y discrecional que ha existido entre el Estado mexicano y los concesionarios de los medios de comunicación y que sirvió de base durante tres cuartas partes del siglo XX al decadente régimen político anterior
. Ahora, es necesario construir, mediante la reforma del Estado, una nueva relación trilateral (Estado, concesionarios y sociedad) de naturaleza abierta, democrática, plural, equilibrada e incluyente que permita que los ciudadanos participen colectivamente, a través de ellos, para contribuir a enriquecer el espectro político-cultural de nuestra nación y crear una cultura civilizatoria superior que nos permita sobrevivir pacífica y humanamente en nuestro país.

Debemos considerar que para ejercer el derecho a ser ciudadano se requiere la existencia de un sistema democrático que permita la libre difusión informativa y de opiniones cuya sustancia brinde elementos para decidir sus destinos personales y sociales. La condición de ciudadanía sólo puede ejercerse si se garantiza, promueve y respeta el derecho a la información, ya que en la naturaleza de éste subyace el prerrequisito de toda democracia: la transparencia del ejercicio público, el debate e intercambio de ideas e informaciones, la rendición de cuentas, la asunción de reglas claras en todos los terrenos de la vida social y política (Martínez, 2001).

En pocas palabras, sólo con la aplicación del derecho a la información se puede ser ciudadano; sin la aplicación de éste, sólo se es súbdito del poder o consumidor del mercado.

La herencia histórica

Empero, no obstante la necesidad estructural de “apertura política” que creó el proyecto modernizador en las últimas décadas en el país, el saldo que arrojó el viejo sistema de control del poder tradicional demostró que en el terreno de la información colectiva los diagnósticos, las demandas e iniciativas
fundamentales de políticas de comunicación que presentó la sociedad mexicana durante más de 35 años para la transformación del Estado nacional, vía foros, seminarios y consultas públicas, fueron negadas, menospreciadas, desconocidas y marginadas por la esfera del poder. Con ello, una vez más volvió a surgir la profunda desilusión y desencanto de la sociedad civil para considerar que los espacios de “apertura” que creó el Estado sean los conductos viables para la transformación de los medios de comunicación nacionales.

De esta forma, el viejo aparato de gobernabilidad del Estado mexicano aceptó la existencia de diversas regulaciones para normativizar y supervisar todas las áreas del funcionamiento social como la banca, la industria, el comercio, la educación, la agricultura, la cultura, la política, etc., excepto la comunicación social. Así, el único terreno donde el gobierno y el mercado sostuvieron que no debe reglamentarse la acción pública del Estado fue en el campo de la información y de la comunicación colectivas, esgrimiendo los siguientes argumentos:

1. La libertad de información es un derecho y una garantía universal inalienable de todos los hombres que no debe limitarse, pues se atentaría contra la esencia humana. Incluso el poder ejecutivo y varios secretarios de Estado han afirmado que, por una parte, “pretender reglamentar el derecho a la información entrañaría más riesgos que beneficios” (Labastida, 1988); y por otra, que “no corresponde al Estado fijar las normas de conducta ética de los medios porque se correría el riesgo de coartar la expresión de la pluralidad; por lo que toca a los medios, a partir de consensos entre los profesionales del sector, establecer su propio código ético” (Excelsior, 1998).

2. La libertad de información es la base de la “democracia”, por l
o tanto, si se le limita se está afectando directamente el sano equilibrio democrático de la sociedad.

3. En un mundo sistémico, sin fronteras, competitivo y globalizado, para que la dinámica del mercado se pueda realizar se requiere libertad de información. Por ello, no deben ponerse más regulaciones que las necesarias a la libertad de expresión en México, so pena de caer en burocratismos extremos o, lo que es peor, en la inoperancia de la ley. La ley sobre reglamentación se opone al avance económico (Nassar, 1998). Por consiguiente, lo que se debe fomentar en las sociedades modernas crecientemente competitivas es el libre flujo de la información y no su restricción.

4. En caso de realizar algunas modificaciones, el derecho a la información no debe reglamentarse con normatividades rígidas, sino sólo deben crearse mecanismos muy flexibles que permitan la autorregulación de los medios de difusión, vía los códigos de ética, los tribunales de honor, los reglamentos de buen com
portamiento profesional, etc., o a través de leyes rígidas.

Bases para otra ética comunicativa

Con el manejo de estos argumentos sobre la libertad de expresión y de información que han utilizado los empresarios de radio y televisión, así como el sector más conservador del Estado para defender sus concesiones de poder económico y político; éstos han desconocido las siguientes realidades:

1. Efectivamente, la libertad de información es un derecho inalienable de todos los hombres, pero la única forma de convertirla en una verdadera garantía para todos los ciudadanos e
s normatizarla con la mayor precisión jurídica posible, pues de lo contrario lo que se ejerce es una interpretación subjetiva, caprichosa y discrecional de cada empresa o funcionario según sean los intereses coyunturales que debe defender.

2. La libertad de información es la base de la democracia y, por consiguiente, para que ésta se pueda ejercer como garantía básica de todos los individuos debe reglamentarse como derecho estratégico de todos los ciudadanos. Para operar socialmente, la libertad de expresión debe recibir el mismo tratamiento normativo de cualquier otra área de actividad de la sociedad. Es una falacia afirmar que, por tratarse de la libertad de opinión, es un campo más difícil, delicado o complejo de abordar que otros terrenos de la acción social. Así como la agricultura, el comercio, la cultura, la banca, la industria, la educación, la política, etc. son actividades muy delimitadas jurídicamente para conocer su naturaleza y límites para poder funcionar colectivamente, igualmente el derecho a la información debe ser reglamentado para que alcance sustento social real.

De otra forma, si no se reglamenta dicho derecho se le deja en el vacío conceptual y jurídico, y lo que se termina ejerciendo es el derecho del grupo más fuerte sobre el sector más dé
bil, según sean las conveniencias coyunturales del poder. Reglamentar no significa censurar, reprimir, prohibir o cohibir la libertad de expresión, sino simplemente crear las condiciones de precisión jurídica básicas para garantizar su real existencia y ejercicio cotidiano como derecho constitucional de todos los ciudadanos.

En el escenario de principios del nuevo milenio, los únicos sectores que hoy tienen amplio derecho a la información son el gobierno y los grandes grupos de poder que los controlan, pues tienen la facilidad de obtener toda la información que requieren para actuar sobre la población o para expandir sus empresas, y la sociedad civil mexicana no cuenta con el mínimo acceso a la información estratégica elemental para decidir sobre su futuro. Es decir, la sociedad civil que le entregó al Estado los medios para que los concesionara en favor del bien común, hoy no cuenta con la garantía de dicho derecho universal de los hombres y, paradójicamente, los únicos sectores que poseen este privilegio son las ramas del gran capital y la alta jerarquía burocrática de los gobiernos en turno.

3. En un mundo globalizado y expuesto a la competencia, nuestras estructuras culturales de nación sí deben estar abiertas al permanente contacto con los avances de otras culturas, pero deben existir límites jurídicos elementales de protección y conservación de nuestra riqueza cultural y mental que han tardado muchos años en formarse. De lo contrario, lo que sucede es la devastación de nuestra cultura básica por parte de los intereses del mercado, como ha sucedido en las últimas décadas de la historia nacional.

Hay que recordar que el mercado por sí mismo no tiene moral, ni ética, ni corazón, ni se preocupa por lo humano y lo social. Su objetivo es la rápida y creciente acumulación de riqueza a expensas de lo que sea. Por consiguiente, es una ley que en la medida en que funcione autónomamente, sin sólidos contrapesos sociales planificadores, puede introducir en las comunidades una relación social de comunicación salvaje.

4. La propuesta del gobierno y los concesionarios sobre la “autorregulación absoluta”, para demostrar su corresponsabilidad y orientar el funcionamiento de los medios de información en México vía los códigos de ética, los tribunales de honor, los reglamentos de buen comportamiento profesional, etc., cae en la concepción liberal extrema de crear el “Estado cero” que plantea que el Estado no es necesario como instancia rectora para dirigir a la sociedad, ya que ésta puede autoconducirse a sí misma por las leyes de la “mano invisible” de las lógicas del mercado. Así, se formula que el Estado debe reducirse a su mínima expresión (fórmula cero) para dejar que la sociedad se conduzca por otros mecanismos de autorregulación del poder.

Dicha teoría y práctica económico-social demostró, a lo largo del siglo xx, su enorme fracaso y límites al reflejar que, finalmente, toda sociedad moderna siempre requiere la presencia de un sólido Estado rector que equilibre los desajustes y las crisis que produce el funcionamiento autónomo de la dinámica del mercado. Es decir, para crear las mínimas condiciones de gobernabilidad en el México contemporáneo, es necesario que todas las acciones públicas colectivas estén reglamentadas por la ley, pues de lo contrario se crean las bases oficiales para el surgimiento de los grandes espacios de anarquía social.

Es por ello que la autorregulación de los medios de comunicación vía los códigos de ética y otros recursos morales, son mecanismos colegiados muy útiles que pueden ayudar a garantizar complem
entariamente la existencia del derecho a la información, pero nunca deben operar como elementos únicos o solos para normar y conducir socialmente esta estratégica acción colectiva. Una garantía tan central para construir una sociedad democrática, equilibrada y participativa no puede quedar expuesta a los altibajos subjetivos, caprichosos o discrecionales de los intereses políticos del poder o sujeta a la dinámica de la “mano invisible del mercado”, sino que debe ser reglamentada con toda exactitud por el interés colectivo, como cualquier otro derecho social básico, para garantizar su existencia y sana aplicación comunitaria.

De lo contrario, siguiendo el razonamiento de la lógica autónoma del mercado por sobre el orden social regulado colectivamente, también podemos demandar que no existan reglamentos en los cuerpos de policía, pues las comunidades pueden autorregular espontáneamente sus delitos; no se necesita coordinar los semáforos de los cruces viales en las calles, pues los ciudadanos serán tan civilizados que permitirán, entre sí, el paso cortés de todos los conductores; no se requieren leyes para normar el servicio de recolección de basura porque la sociedad, por sí misma, puede autorregular cómo tirar sus desperdicios orgánicos; no se requiere una legislación de comportamiento bancario, pues los banqueros pueden autorregularse a sí mismos en la búsqueda del equilibrio entre su gan
ancia y el beneficio de la sociedad; no es indispensable una legislación sobre la educación básica, pues cada ciudadano puede asegurarse su formación educativa; no es necesario un reglamento fiscal, pues todos los ciudadanos pueden autorregular voluntariamente el pago de sus impuestos, etc. En suma, el Estado sale sobrando como órgano público de regulación colectiva, pues la sociedad se puede autorregular a sí misma en todos los órdenes de la vida.

Debemos de considerar que la ética no puede sustituir o suprimir al derecho, sino sólo enriquecerlo y complementarlo. No podemos cambiar el Estado de derecho por la aplicación de un "eticómetro" de los concesionarios y empresarios de los medios de comunicación, pues es un instrumento subjetivo de buena voluntad, absolutamente vulnerable ante las fases de presión económica y política reales, como lo demostró la historia de la comunicación nacional a lo largo del siglo XX y principios del XXI (Antaki, 1998).

Hacia otra corresponsabilidad comunicativa

Con estas bases conceptuales de la ética light, el Estado mexicano y los tradicionales concesionarios monopólicos de radio y televisión fundamentaron, durante varias décadas, la conservación d
el viejo modelo de comunicación colectiva en México con el fin de mantener sus concesiones de poder económico y político. Mediante ello, se desconoció permanentemente que en la sociedad de principios de milenio los medios de información colectivos son la base de la existencia de lo público y que, por consiguiente, dichas instituciones deben ser normadas por la sociedad en su conjunto, y no sólo por los intereses fenicios del mercado o los ambiciosos e ilimitados intereses del poder. Así, ninguno de los reclamos básicos del espíritu del “México profundo”, en el terreno cultural e informativo que demandó la sociedad civil durante tantas décadas, fueron contemplados en el proyecto comunicativo del mercado y del poder al final del siglo XX y principios del XXI.

Frente a esta realidad, los actuales marcos normativos sobre radio y televisión conservarán, reforzarán y actualizarán para las próximas décadas, el viejo modelo de información colectiva que duró 58 años en el país y que contribuyó a la tremenda decadencia mental, psíquica y espiritual de nuestra sociedad. En este sentido, con la renovación maquillada del viejo modelo de comunicación, se continuará teniendo para las próximas décadas en el país más cultura salvaje, con su respectivo triunfo de la cultura idiota, y no la creación de una cultura y comunicación sustentable que nos permita sobrevivir en el siglo XXI en nuestra nación. Así, el tercer milenio mexicano volvió a nacer con el viejo espíritu opaco, discrecional, cerrado, vertical, viciado y autoritario del modelo de comunicación nacional que dominó en las últimas décadas del siglo XX en México.

Es por ello que ahora es necesario repensar qué hacer en términos políticos para crear otro proyecto colectivo de comunicación social que sí rescate el espíritu de estos planteamientos esenciales para democratizar a la sociedad mexicana.

Frente a ello, es necesario realizar como mínimo las dos estrategias de política pública colectiva con el fin de intentar superar dicha herencia negativa para el desarrollo comunicativo de las comunidades nacionales: primero, que los ciudadanos exijan a los diversos partidos políticos representados en el Congreso de la Unión que legislen con equilibrio, justicia, pluralidad, transparencia y democracia la operación de dichos medios de comunicación; segundo, que el Congreso de la Unión asuma su enorme responsabilidad de reaccionar, propositivamente, ante tales retrocesos históricos para elaborar una nueva Ley Federal de Radio y Televisión de vanguardia plural que, por una parte, establezca un nuevo pacto social entre el Estado, los concesionarios y la sociedad para el uso democrático de los medios de difusión colectivos en el país y, por otra, atienda las demandas históricas comunicativas que la sociedad mexicana ha exigido desde la mitad del siglo xx. De lo contrario, la transición política a la democracia no avanzará y muy probablemente ésta será una causa estratégica para su retroceso histórico.

Es necesario reconocer que la verdadera corresponsabilidad y comportamiento ético de los concesionarios de los medios de información colectivos en México, especialmente electrónicos, no se dará a través de la aplicación de una ética light subordinada a la defensa incondicional de sus intereses monopólicos, sino mediante la creación e instrumentación rigurosa de un verdadero marco normativo democrático e integral que permita que todos los ciudadanos puedan ejercer el derecho a la información y la comunicación a través de su participación en el sistema mediático de comunicación social. De lo contrario, sólo se contará con un mecanismo seudomoral que producirá una fantasía de regulación y corrección comunicativa nacional, cuando en realidad en el fondo sólo contribuirá a fortalecer el actual modelo de comunicación severamente injusto y desigual que existe en el país a principios del siglo XXI.

Referencias

Antaki, I. (1998, 21 de julio). Foro sobre libertad de expresión y responsabilidad social.
México: Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión.
Excélsior
(1998, 21 de julio). Regular o no... y si se hace ¿quién? México: Excélsior.
Labastida, F. (1988, 8 de junio). Discurso inaugural. XLVII Aniversario del Día de la Libertad de Prensa. México: Secretaría de Gobernación.
Martínez, R. (2001, marzo-abril). Comunicación, democracia y derecho a la información: un desafío de gobierno, medios y sociedad. Revista Mexicana de Comunicación, 13(68), 14.
Nassar, E. (1998, 21 de julio). Discurso de clausura. Simpósium sobre Libertad de Expresión y Responsabilidad Social. México: Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión.

Créditos de Imágenes
1:
GettyImages, Mike Kemp.
2: GettyImages, Lucas Racasse.
3:
GettyImages, Gary Cornhouse. .